martes, 31 de julio de 2012

Cambio de conductor

Un coche se ha detenido ante el semáforo en rojo. De repente se han abierto las dos puertas delanteras, el conductor y el acompañante han salido deprisa y han intercambiado sus puestos. Justo después de cerrar las puertas se ha encendido la luz verde y el coche se ha puesto en marcha otra vez. Quizás el conductor estaba cansado o el acompañante quería conducir... vete a saber!
Conducir o acompañar son dos formas diferentes de hacer el mismo viaje: el conductor tiene la perspectiva de las órdenes que hay que dar al vehículo; el acompañante percibe más bien el resultado: si se corre demasiado o si es cómodo circular así.
Muchos textos del evangelio invitan a seguir a Jesús, a escucharlo, a poner en práctica sus indicaciones: él es el conductor. Pero desde muy antiguo los seguidores de Jesús ha descubierto que la única vía realmente efectiva de hacer lo que Jesús propone es situarse en su lugar: ser también conductor y asumir la responsabilidad de llevar el volante.
Para meternos dentro del evangelio es útil imaginarse que nosotros somos el centurión o Marta o Pedro que están frente a Jesús y tratar de revivir sus sentimientos. Pero constantemente el evangelio nos invita a ponernos en la piel de Jesús: cada uno de nosotros debe dejarse animar por el mismo Espíritu que lo anima a él, debe atender a las personas y anunciarles el Reino igual que él hace, debe cargar con la propia cruz ...
No se trata ni de imitarlo ni de obedecerle ciegamente, sin captar ni sentir sus motivos, sin percibir sus ilusiones o inquietudes. Se trata de entrar en la experiencia de Jesús: sentir, vivir y ver la realidad desde su óptica.
La identificación con Jesús no es una experiencia mística aislada, como a menudo se ha pretendido limitándola al terreno de la oración o de la meditación, ni un ejercicio reservado a ciertas jerarquías ... sino que es una clave básica para todo aquel que quiere entender y vivir la fe cristiana. Las prioridades que marcaron la vida de Jesús son una línea de trabajo abierta en la que todo el mundo cabe. Sólo hay que ponerse.
Todo lo que Jesús hizo también se puede esperar de nosotros: hablar con Dios de tú a tú, desafiar las leyes o las autoridades injustas, hacer camino con los que viven al margen, responsabilizarse de la comunidad, ser perseguido... ahora y aquí Jesús somos nosotros.