A pesar de nuestras buenas intenciones y nuestros mejores
deseos hay aspectos de nuestra vida que no funcionan como nos gustaría.
Está claro que las dificultades y los fracasos forman parte de nuestro
proceso de aprendizaje y en este sentido pueden ser bienvenidos. Pero
con el paso del tiempo te irá quedando claro que con algunas situaciones
no hay nada que hacer: hablas demasiado o te olvidas siempre de la
misma persona o los lunes llegas tarde al trabajo o a la mínima
variación de temperatura te duele la garganta...
Son maneras de hacer o dificultades que forman parte de ti, de las que no te puedes separar, i deberás estar dispuesta a hacer camino con ellas. Ya lo habíamos dicho que la perfección era un tema que no tenía mucha relación con el Evangelio.
Por otra parte, cargarse a las espaldas, con el mejor buen humor posible, estas disfunciones no es una tarea inútil. Primero, tu eres responsable totalmente de ti, tienes tu vida en las manos y tienes que ocuparte de ella a las verdes y a las maduras, no te puedes esconder. Segundo, integrar lo que te disgusta de ti, saber ser acogedora y amable, tolerante y paciente contigo misma, es imprescindible para vivir en paz y es una escuela para aprender a convivir con los demás y sus problemas, tics molestos o sorpresas desagradables.
Jesús habla de que Dios hace salir el sol sobre buenos y malos... Dios no niega la luz y el calor a nadie. La vida es así: una mezcla de cosas buenas y otras no tan buenas, como en un ciudad que hay todo tipo de personas, como tú que pasas por buenas y malas épocas y algunas cosa te salen bien y otra no. Así pues, para no hacer más grandes los problemas, lo mejor es no poner condiciones previas y aceptar de entrada todas las situaciones y personas. El Dios de Jesús es perfecto sólo en este sentido, no espera la perfección de nadie, ni pierde la paciencia, ni tiene a nadie por adversario, deja hacer y da confianza a todo el mundo.
Hay todavía un tercer motivo: hacerte cargo de tus problemas o dificultades evita que seas tú, una carga pesada para los demás. La invitación de Jesús a que cada uno cargue con su cruz puede interpretarse en este sentido. Cuando tú tienes bien asumido que una cierta cosa no te va bien... ¡No sabes qué descanso eres para los otros que conviven contigo! Qué diferencia con aquellos que se enfadan y gritan pues no quieren saber nada de sus problemas, se excusan con discursos que no se acaban nunca y buscan por todas partes culpables para justificarse. Es mucho más fácil de encajar que alguien llega tarde diez minutos que no tener que aguantar sus excusas durante cinco minutos.
Son maneras de hacer o dificultades que forman parte de ti, de las que no te puedes separar, i deberás estar dispuesta a hacer camino con ellas. Ya lo habíamos dicho que la perfección era un tema que no tenía mucha relación con el Evangelio.
Por otra parte, cargarse a las espaldas, con el mejor buen humor posible, estas disfunciones no es una tarea inútil. Primero, tu eres responsable totalmente de ti, tienes tu vida en las manos y tienes que ocuparte de ella a las verdes y a las maduras, no te puedes esconder. Segundo, integrar lo que te disgusta de ti, saber ser acogedora y amable, tolerante y paciente contigo misma, es imprescindible para vivir en paz y es una escuela para aprender a convivir con los demás y sus problemas, tics molestos o sorpresas desagradables.
Jesús habla de que Dios hace salir el sol sobre buenos y malos... Dios no niega la luz y el calor a nadie. La vida es así: una mezcla de cosas buenas y otras no tan buenas, como en un ciudad que hay todo tipo de personas, como tú que pasas por buenas y malas épocas y algunas cosa te salen bien y otra no. Así pues, para no hacer más grandes los problemas, lo mejor es no poner condiciones previas y aceptar de entrada todas las situaciones y personas. El Dios de Jesús es perfecto sólo en este sentido, no espera la perfección de nadie, ni pierde la paciencia, ni tiene a nadie por adversario, deja hacer y da confianza a todo el mundo.
Hay todavía un tercer motivo: hacerte cargo de tus problemas o dificultades evita que seas tú, una carga pesada para los demás. La invitación de Jesús a que cada uno cargue con su cruz puede interpretarse en este sentido. Cuando tú tienes bien asumido que una cierta cosa no te va bien... ¡No sabes qué descanso eres para los otros que conviven contigo! Qué diferencia con aquellos que se enfadan y gritan pues no quieren saber nada de sus problemas, se excusan con discursos que no se acaban nunca y buscan por todas partes culpables para justificarse. Es mucho más fácil de encajar que alguien llega tarde diez minutos que no tener que aguantar sus excusas durante cinco minutos.