viernes, 22 de junio de 2012

Surfistas

Frente a la playa de Montgat se reúne a veces un grupo de surfistas. En el mediterráneo no hay grandes olas y por este motivo suelen aparecer en días de viento o de mala mar para aprovechar las olas que se producen. Se quedan dentro del agua sentados sobre las planchas con las piernas colgando a ambos lados a la espera de que llegue su ola.
Los surfistas están a merced del mar: flotando sobre el agua turbia, inquieta y misteriosa, y pendientes de las olas sin las que no se puede probar de hacer nada, ni se puede ir a ninguna parte.
Hay bastantes aspectos de nuestra vida que no podemos controlar y en cambio son imprescindibles para conseguir muchos de nuestros deseos: las otras personas, los recursos naturales disponibles, las oportunidades que se nos van a presentar… Para avanzar pacíficamente a través de este mundo nuestro conviene aprender a caminar con todo aquello que no depende de nuestra voluntad.
De entrada tenemos que saber encajar las infinitas presencias del "no": no encontrar, no saber, no tener, no poder, no coincidir... No es fácil convivir con los "no". A veces la atención excesiva a todo aquello que no podemos dominar nos paraliza. Y, cuando conseguimos avanzar, igualmente nos cuesta aceptar, con respeto y un punto de admiración más que con desprecio y amargura, que lo que tanto nos conviene o tanto deseamos queda fuera de nuestro alcance.
Desde muy antiguo se ha atribuido a Dios el control de todo aquello que a nosotros se nos escapaba: la lluvia, el poder de impartir justicia o el origen de las enfermedades. Pero no es necesario creer en Dios para darse cuenta de que nuestra vida flota sobre un mar de aspectos incontrolables.
Con Dios o sin Él hay que llegar a un pacto de confianza con la vida. Las olas no dependen de los surfistas pero, tarde o temprano, llegan y son un regalo que les permite avanzar sobre el agua. También podemos confiar en que poco a poco el tiempo irá poniendo en nuestras manos algunas de estas oportunidades que esperamos. Serán sólo provisionalmente nuestras -como la ola que lleva a los surfistas hasta que se deshace en la playa- pero podremos disponer de ellas y nos ayudarán a hacer camino. ¿Quién puede asegurar que detrás de los movimientos que sacuden este mar incontrolable no está el aliento de Dios que sopla generosamente sobre las aguas desde antes de la creación?

domingo, 3 de junio de 2012

Pitas en flor

He salido a pasear en bicicleta. Al lado del camino había dos pitas en flor, el tallo era altísimo. Durante algunos años las pitas son solo hojas verdes, largas, carnosas y llenas de pinchos. Pero de repente, una primavera, nace del corazón de la pita un tallo largo y grueso que alcanza los diez metros de altura cargado de flores. Es lo último que hace, después de florecer la pita muere.
Hay una gran desproporción entre el tamaño de las hojas y el del tallo que sostiene los racimos de flores. Llegado el momento de la floración la planta hace un cambio radical, concentra todas sus fuerzas en un objetivo y se eleva hasta donde parecía imposible.
Las normas de la moral, por más ajustadas y acertadas que sean, son sólo lo mínimo que se pueden pedir. La moral es una escuela básica de vida y de convivencia y de vez en cuando tiene cuestiones importantes a recordar pero no lo es todo. Jesús anima a ir más allá de lo mínimo. De entrada hay normas injustas que deben ser superadas pero también el hecho de vivir centrado en las leyes debe ser superado.
De buenas a primeras puede parecer que Jesús sustituye la Ley de Moisés por una de mejor pero no es así. Las indicaciones que propone Jesús son desconcertantes: deshacerse del dinero y dárselo a los pobres, dejarse robar la túnica, alegrarse de ser perseguido, amar a los enemigos... Todo el mundo puede entender qué quiere decir amar a los de casa y desconfiar de los de fuera, pero amar a los enemigos supone un giro en la manera de actuar que no está claro hasta dónde puede llevar, ni siquiera si será posible. Las indicaciones de Jesús son paradójicas, son más un reto o una provocación que normas en sentido estricto. Las normas suelen dar seguridad en cambio seguir los consejos de Jesús es más bien arriesgado.
Jesús no propone una nueva Ley sino que va más allá de la ley. Hay que proponer retos que despierten a las personas y las orienten hacia objetivos que ninguna ley podría pedirles. La moral puede ser una preparación pero la fe de verdad pone a prueba, hace madurar, supone un salto y un cambio de registro que lleva a dar el máximo de uno mismo.