jueves, 23 de agosto de 2012

La caracola

Estuve en Vilafranca en casa de una tía mía con mis hijos. Curioseando por aquí y por allá encontraron la concha de un viejo caracol de mar. Todavía me acordaba de él, de cuando yo era pequeño. En aquella época las caracolas estaban de moda, me parece que había una en cada casa. "Cuidado, cuidado que no se os caiga!" "¿Se oye el sonido del mar?" De uno en uno todos acercaron su oreja a la boca de la caracola y se quedaron escuchando con atención: el rumor lejano de las olas y el sonido del viento se oían perfectamente.
Escondido como estaba debía hacer un montón de años que nadie escuchaba su sonido. La progresiva desaparición de la religión de la escena pública también ha hecho que mucha gente deje de oír la voz de Dios, aunque eso no quiere decir que haya dejado de hablar.
Los pueblos primitivos escuchaban la voz de Dios en los fenómenos meteorológicos. El antiguo Israel descubrió que Dios hablaba en los acontecimientos históricos. Los discípulos se dieron cuenta, un poco tarde eso sí, que Dios les había hablado a través de la vida de Jesús. No sólo con lo que Jesús había dicho, sino también con sus gestos, con sus actitudes, con sus amistades, con sus fracasos y, finalmente, con su resurrección. Todo hablaba de Dios, la vida de Jesús entera era palabra de Dios.
Después de Jesús los discípulos también aprendieron a leer su vida como palabra de Dios. Igualmente podemos hacer nosotros con la nuestra. Dios habla a través de la historia personal, la nuestra y la de los demás, de los acontecimientos cotidianos, de las dificultades que experimentamos, los retos que se nos presentan, de las ilusiones que sentimos... La vida es la palabra de Dios.
Pero, como los discípulos con la vida de Jesús, leer y entender la vida requiere tiempo. Muy a menudo es cuando ya ha pasado que podemos valorar con acierto una experiencia. Nuestra comprensión, pues, va un paso por detrás de la vida y hay que tener paciencia. De entrada avanzamos a ciegas guiados solamente por un murmullo lejano casi imperceptible que nos promete quién sabe qué. Tal vez que encontraremos el mar si lo seguimos o que llegaremos a ser felices. Y de esta manera se enciende el deseo en nuestro corazón sin saber todavía adónde vamos exactamente.
Dios, más que dar instrucciones, seduce. Así pues, antes de descubrir por dónde puede ir Dios percibimos el deseo de encontrar algo más. Aunque Dios no es la única seducción que podemos encontrarnos y habrá que poner a prueba las diversas promesas que nos llegan. Debemos acercarnos y escuchar con atención, el tiempo nos irá revelando en qué sonidos se esconde la voz de Dios y cuáles son simplemente ruido, qué deseos vale la pena cultivar y cuáles son prescindibles, por donde la vida puede ser más vida y en qué dirección no hay nada que esperar.

lunes, 13 de agosto de 2012

Caminos de montaña

Este fin de semana hemos subido a la Pica d'Estats. Hemos iniciado el ascenso  desde la Vall Ferrera. Esta ruta es conocida desde hace más de cien años. El camino se hace largo pero es fácil de seguir: está indicado con marcas de pintura y también con hitos de piedra.
Seguir los pasos de otros es una buena forma de llegar lejos, más lejos de donde podríamos llegar nosotros solos. Avanzamos gracias a lo que otros han descubierto y nos han transmitido. La fe también es un camino que han recorrido otros antes que nosotros y seguirlo es reconocer que tenemos mucho que aprender.
He tenido la suerte de encontrarme con personas que me han descubierto aspectos fundamentales de la fe: personas con espíritu crítico, gente comprometida con los marginados, hermanas y hermanos con un profundo sentido comunitario, pueblos enteros que saben salir a la calle y hacer fiesta, hombres y mujeres de oración, lectores atentos del evangelio, educadores entregados al servicio de los jóvenes... Y seguro que me he dejado a algunos.
La religión auténtica no es cosa de uno siempre es de dos o más. Y nosotros no somos los primeros. Todo empieza al descubrir un gesto o una palabra atractiva de alguien que va delante nuestro, como si fuera el hito que señala una ruta, y poniéndose a seguirla.
Aunque, en cuanto a la experiencia religiosa, la iniciativa tampoco es de los que van por delante, en último término la iniciativa es de Dios. Si Dios mismo es como creemos que es, nadie lo podría llegar a conocer si Él no quisiera, si Él no se hiciera cercano. No hay ninguna posibilidad de experiencia religiosa si Dios no lo quiere, si no nos deja alguna pista...
La fe es una relación personal con alguien más allá de todo alguien que madura en las relaciones personales concretas. Aunque también podemos encontrar -y encontraremos- gente impresentable. Pero a pesar de que el camino esté lleno de barro o haya quedado desdibujado en medio de un pedregal o se desvíe y haga un rodeo, lleva a cimas de belleza increíble. No se trata de seguir una tradición religiosa diciendo que sí a todo y a todos. Las tradiciones no son buenas por el solo hecho de sernos dadas y tener sus raíces últimas en Dios, sino que son buenas por su capacidad de hacernos crecer y madurar hoy, de hacernos avanzar.