Ayer al final de la cena nos entretuvimos charlando. Por la
noche no siempre coincidimos toda la familia en casa y tampoco es fácil
que los temas de conversación interesen a todos. Aunque hay días que se
crea un ambiente especial y nadie tiene prisa por marcharse.
Y es que algunas situaciones hacen realidad de la mejor manera posible lo que uno desea: poder participar los cinco con interés de una misma conversación en un clima de paz y confianza.
También el Espíritu -que es deseo de más y más vida- no se expresa con igual fuerza en cualquier situación. Hay momentos privilegiados. Para los cristianos, por ejemplo, la vida de Jesús expresa mejor que ningún otro hecho lo que puede dar de sí el Espíritu. Jesús es un caso singular de vivencia profunda de este Espíritu de ternura, de solidaridad, de búsqueda, de defensa de la justicia... Él como nadie nunca lo ha hecho ha vivido dejándose llevar por la inspiración y el deseo de Dios.
La vida de Jesús pues ha dado forma concreta a un deseo profundo compartido por muchos. Y por eso muchas personas han encontrado y encuentran en su vida un estímulo y un referente para vivir de acuerdo con el Espíritu.
Este Espíritu, como todos los deseos, cuando no llega a encontrar alguna vía de realización se convierte en un impulso molesto que sólo produce inquietud y desesperanza y, a la larga, una sensación de cansancio de la misma vida. En cambio acertar con una fórmula que permita hacerlo trabajar nos llena de felicidad y esto renueva y alimenta nuestras fuerzas.
Grupos religiosos, proyectos, celebraciones, conversaciones de sobremesa... pueden ser una manera de dar forma a nuestros sueños. Pero cualquier actividad o propuesta que sea incapaz de hacerse eco de algún tipo de esperanza o de inspirar algún deseo constructivo: de profundización, de plegaria, de fiesta, de cambio, de justicia... es una propuesta vacía, una acción sin sentido, una pérdida de tiempo y un motivo de cansancio. En estos casos la presencia del Espíritu tiende a cero.
Y es que algunas situaciones hacen realidad de la mejor manera posible lo que uno desea: poder participar los cinco con interés de una misma conversación en un clima de paz y confianza.
También el Espíritu -que es deseo de más y más vida- no se expresa con igual fuerza en cualquier situación. Hay momentos privilegiados. Para los cristianos, por ejemplo, la vida de Jesús expresa mejor que ningún otro hecho lo que puede dar de sí el Espíritu. Jesús es un caso singular de vivencia profunda de este Espíritu de ternura, de solidaridad, de búsqueda, de defensa de la justicia... Él como nadie nunca lo ha hecho ha vivido dejándose llevar por la inspiración y el deseo de Dios.
La vida de Jesús pues ha dado forma concreta a un deseo profundo compartido por muchos. Y por eso muchas personas han encontrado y encuentran en su vida un estímulo y un referente para vivir de acuerdo con el Espíritu.
Este Espíritu, como todos los deseos, cuando no llega a encontrar alguna vía de realización se convierte en un impulso molesto que sólo produce inquietud y desesperanza y, a la larga, una sensación de cansancio de la misma vida. En cambio acertar con una fórmula que permita hacerlo trabajar nos llena de felicidad y esto renueva y alimenta nuestras fuerzas.
Grupos religiosos, proyectos, celebraciones, conversaciones de sobremesa... pueden ser una manera de dar forma a nuestros sueños. Pero cualquier actividad o propuesta que sea incapaz de hacerse eco de algún tipo de esperanza o de inspirar algún deseo constructivo: de profundización, de plegaria, de fiesta, de cambio, de justicia... es una propuesta vacía, una acción sin sentido, una pérdida de tiempo y un motivo de cansancio. En estos casos la presencia del Espíritu tiende a cero.