De joven pasaba los veranos en el Penedés, en una masía.
Recuerdo que arrancaron una viña vieja que había cerca de nuestra casa.
Con el tractor fueron sacando las cepas una a una. La primera parte de
las raíces era tan gruesa como el tronco y en todas había una especie de
nudo bastante grande. Después supe que estos nudos de la madera eran
los injertos que se habían hecho al plantar la viña cuarenta o cincuenta
años atrás.
El injerto une la raíz de una cepa resistente a las enfermedades, aunque estéril, con la rama de una variedad productiva de vid que se convertirá en el tronco de la nueva planta y dará fruto. Alguna vez se ha comparado la relación entre Jesús y nosotros con un injerto: Jesús renueva nuestra vida injertandola en la de Dios...
Durante mucho tiempo Jesús vive su vida como uno de tantos. Poco a poco los discípulos se dan cuenta de su singularidad. Y, finalmente después de la muerte, con la resurrección descubren que en Jesús latía una vida, la vida de Dios, que nada, ni la muerte, no ha podido ahogar. Desde esta nueva perspectiva se dan cuenta de que toda la vida de Jesús les habla de Dios.
Aunque Jesús no es un medio de comunicación cualquiera. Y no se limita tampoco a hablar de Dios o a dar buenos ejemplos. Él ha hecho presente a Dios porque Él es de Dios, Él es Dios. Y como tal ha compartido con nosotros los proyectos de Dios, los sentimientos de Dios, las prioridades de Dios, los intereses de Dios... De esta manera ha puesto Dios al alcance de todos. No ha pasado de largo ante ninguna persona, ni ante ninguna cuestión, ni ante ninguna situación dolorosa y por ello toda la vida humana ha sido transformada, toda, con savia nueva, un injerto de Dios.
Pero Jesús ha sido presencia de Dios sin dejar de ser un hombre. Él se ha movido dentro de los límites de la condición humana: se ha sorprendido, ha dudado, ha amado, ha soñado, se ha entristecido, ha sufrido... también ha muerto. Aunque ha sido con su manera de vivir la vida, con la trama de su historia personal, con las decisiones que ha ido tomando que ha ido haciendo realidad la cercanía de Dios. De esta manera viviendo como uno de nosotros ha dado una nueva consistencia a las posibilidades de vivir humanamente. Gracias a Él ahora es más posible llegar a dar los frutos que esperamos.
Son dos aspectos que no se pueden separar, que están estrechamente anudados. Ha vivido su vida con un sentido de humanidad tan profundo y generoso, tan solidario y comprometido como sólo Dios podía haberlo hecho.
El injerto une la raíz de una cepa resistente a las enfermedades, aunque estéril, con la rama de una variedad productiva de vid que se convertirá en el tronco de la nueva planta y dará fruto. Alguna vez se ha comparado la relación entre Jesús y nosotros con un injerto: Jesús renueva nuestra vida injertandola en la de Dios...
Durante mucho tiempo Jesús vive su vida como uno de tantos. Poco a poco los discípulos se dan cuenta de su singularidad. Y, finalmente después de la muerte, con la resurrección descubren que en Jesús latía una vida, la vida de Dios, que nada, ni la muerte, no ha podido ahogar. Desde esta nueva perspectiva se dan cuenta de que toda la vida de Jesús les habla de Dios.
Aunque Jesús no es un medio de comunicación cualquiera. Y no se limita tampoco a hablar de Dios o a dar buenos ejemplos. Él ha hecho presente a Dios porque Él es de Dios, Él es Dios. Y como tal ha compartido con nosotros los proyectos de Dios, los sentimientos de Dios, las prioridades de Dios, los intereses de Dios... De esta manera ha puesto Dios al alcance de todos. No ha pasado de largo ante ninguna persona, ni ante ninguna cuestión, ni ante ninguna situación dolorosa y por ello toda la vida humana ha sido transformada, toda, con savia nueva, un injerto de Dios.
Pero Jesús ha sido presencia de Dios sin dejar de ser un hombre. Él se ha movido dentro de los límites de la condición humana: se ha sorprendido, ha dudado, ha amado, ha soñado, se ha entristecido, ha sufrido... también ha muerto. Aunque ha sido con su manera de vivir la vida, con la trama de su historia personal, con las decisiones que ha ido tomando que ha ido haciendo realidad la cercanía de Dios. De esta manera viviendo como uno de nosotros ha dado una nueva consistencia a las posibilidades de vivir humanamente. Gracias a Él ahora es más posible llegar a dar los frutos que esperamos.
Son dos aspectos que no se pueden separar, que están estrechamente anudados. Ha vivido su vida con un sentido de humanidad tan profundo y generoso, tan solidario y comprometido como sólo Dios podía haberlo hecho.