domingo, 23 de marzo de 2014

¿Tenedor o pulsera?

Cuando mi hija mayor cumplió dieciocho años mi padre le regaló una pulsera de plata. Era en realidad un antiguo tenedor transformado hábilmente por un joyero. La plata por sí sola tiene su valor pero no tiene ni la mitad de interés que puede tener una herramienta útil para comer o un accesorio para vestirse de fiesta.
Las personas también somos un metal valioso que debe saber encontrar su forma de ser útil. En cada etapa de nuestra vida se nos plantean nuevos retos y debemos encontrar la mejor manera de darles respuesta. Nuestra felicidad dependerá de acertar en que capacidades debemos movilizar y hasta qué punto logramos compartir los resultados con los demás.
Cuando se trata de seguir a Jesús pasa algo parecido: a cada uno le conviene descubrir qué habilidades pueden serle útiles para ponerse al servicio de los que lo rodean. De hecho, hay una infinidad de formas diferentes de seguir a Jesús. Si hemos llegado a la conclusión de que Jesús es Dios no nos debería sorprender que se le pueda encontrar por infinitos caminos.
También es cierto que el camino que nosotros elegimos no nos descubrirá a Jesús completamente, porque nadie por si solo puede agotar toda la profundidad y riqueza de matices que tiene su persona. Llegar a percibir un perfil de Jesús suficientemente completo sólo es posible en comunidad. Es a través del conjunto de opciones diversas que se configura una imagen mínimamente clara de Jesús.
Así pues buscar a Jesús es a la vez un camino personal y un camino compartido, un proceso de búsqueda interior y al mismo tiempo de diálogo, un trabajo de definición personal y simultáneamente de consolidación de proyectos con otros perfiles y mentalidades, un servicio esforzado y también un regalo.
Dentro de la comunidad cada uno puede llegar a ser una autoridad en su especialidad y su palabra tendrá un peso destacado a la hora de decidir sobre determinadas cuestiones. Pero en cuanto a la vida en común o al seguimiento de Jesús todos tenemos sólo visiones parciales, igualmente interesantes y valiosas pero incompletas, lo que hace imposible que nadie pueda decidir acertadamente en nombre de todos. Sólo la búsqueda de un consenso o la participación democrática permiten tomar este tipo de decisiones.
Las pulseras y los tenedores sirven para tareas distintas pero para hablar de Jesús lo que cuenta es servir. Cada servidor es pues una voz autorizada para hablar de Él y también su voto vale para decidir cómo debemos seguirle todos juntos.

viernes, 7 de marzo de 2014

Fotografías antiguas

Desde hace años mi tío ha ido recogiendo datos y fotografías antiguas de la familia. En muchos casos las imágenes son únicas y no es posible encontrarlas en otro sitio. De algunos tatarabuelos estas imágenes en blanco y negro y su nombre es todo lo que nos ha quedado de ellos.
Jesús tenía poco más que su ropa cuando lo condenaron, no dejó nada escrito, ni tampoco disponemos de ninguna imagen de él que sea más o menos fiable. Todo lo que tenemos son los recuerdos que nos han transmitido sus discípulos: hechos, palabras, impresiones...
En la cultura judía de aquel tiempo, básicamente oral, había formas de expresión que facilitaban la retención de las ideas que se quería transmitir: parábolas, adagios, repeticiones dentro de un mismo discurso, gestos simbólicos que acompañan una idea... Gracias a todos estos recursos empleados por Jesús se ha conservado la mayor parte de su mensaje.
Aparte pero de sus explicaciones hay otra fuente de información para conocerlo. Son las reacciones que despertó su acción: la alegría de algunas personas, la reacción adversa de las autoridades, un entusiasmo popular que no duró mucho, la fidelidad de un grupo de discípulos...
Este grupo de seguidores que podían ser doce o más dependiendo de las informaciones; pescadores, trabajadores humildes, algún aventurero, alguna mujer... colaboraron con él, aunque no siempre le entendieron, y le siguieron hasta casi el final. En Jerusalén le dejaron solo y huyeron. La reacción de los discípulos parece confirmar que eran, eso, simples seguidores sin demasiada iniciativa ni criterio.
Pero contra todo pronóstico, después de desaparecer, los discípulos regresaron. No es fácil de reconstruir al detalle qué ocurrió exactamente, los mismos evangelios dan explicaciones diversas. Aunque todo indica que descubrieron algo de Jesús que cambió, esta vez sí, su vida.
El cambio de actitud de los discípulos explica mucho más que sus palabras. Su retorno, su resurrección como discípulos y como grupo, nos habla de la resurrección de Jesús. Su nueva forma de actuar da a conocer, revela, la nueva vida de Jesús que ellos ya han hecho suya. La alegría, la confianza, la valentía de los discípulos es, como una fotografía a todo color, la mejor imagen de la resurrección de Jesús. También hoy, vivir como resucitados es el principal argumento que tenemos los seguidores de Jesús para hablar de su resurrección.