Cuando mi hija mayor cumplió dieciocho años mi
padre le regaló una pulsera de plata. Era en realidad un antiguo tenedor
transformado hábilmente por un joyero. La plata por sí sola tiene su
valor pero no tiene ni la mitad de interés que puede tener una
herramienta útil para comer o un accesorio para vestirse de fiesta.
Las personas también somos un metal valioso que debe saber encontrar su forma de ser útil. En cada etapa de nuestra vida se nos plantean nuevos retos y debemos encontrar la mejor manera de darles respuesta. Nuestra felicidad dependerá de acertar en que capacidades debemos movilizar y hasta qué punto logramos compartir los resultados con los demás.
Cuando se trata de seguir a Jesús pasa algo parecido: a cada uno le conviene descubrir qué habilidades pueden serle útiles para ponerse al servicio de los que lo rodean. De hecho, hay una infinidad de formas diferentes de seguir a Jesús. Si hemos llegado a la conclusión de que Jesús es Dios no nos debería sorprender que se le pueda encontrar por infinitos caminos.
También es cierto que el camino que nosotros elegimos no nos descubrirá a Jesús completamente, porque nadie por si solo puede agotar toda la profundidad y riqueza de matices que tiene su persona. Llegar a percibir un perfil de Jesús suficientemente completo sólo es posible en comunidad. Es a través del conjunto de opciones diversas que se configura una imagen mínimamente clara de Jesús.
Así pues buscar a Jesús es a la vez un camino personal y un camino compartido, un proceso de búsqueda interior y al mismo tiempo de diálogo, un trabajo de definición personal y simultáneamente de consolidación de proyectos con otros perfiles y mentalidades, un servicio esforzado y también un regalo.
Dentro de la comunidad cada uno puede llegar a ser una autoridad en su especialidad y su palabra tendrá un peso destacado a la hora de decidir sobre determinadas cuestiones. Pero en cuanto a la vida en común o al seguimiento de Jesús todos tenemos sólo visiones parciales, igualmente interesantes y valiosas pero incompletas, lo que hace imposible que nadie pueda decidir acertadamente en nombre de todos. Sólo la búsqueda de un consenso o la participación democrática permiten tomar este tipo de decisiones.
Las pulseras y los tenedores sirven para tareas distintas pero para hablar de Jesús lo que cuenta es servir. Cada servidor es pues una voz autorizada para hablar de Él y también su voto vale para decidir cómo debemos seguirle todos juntos.
Las personas también somos un metal valioso que debe saber encontrar su forma de ser útil. En cada etapa de nuestra vida se nos plantean nuevos retos y debemos encontrar la mejor manera de darles respuesta. Nuestra felicidad dependerá de acertar en que capacidades debemos movilizar y hasta qué punto logramos compartir los resultados con los demás.
Cuando se trata de seguir a Jesús pasa algo parecido: a cada uno le conviene descubrir qué habilidades pueden serle útiles para ponerse al servicio de los que lo rodean. De hecho, hay una infinidad de formas diferentes de seguir a Jesús. Si hemos llegado a la conclusión de que Jesús es Dios no nos debería sorprender que se le pueda encontrar por infinitos caminos.
También es cierto que el camino que nosotros elegimos no nos descubrirá a Jesús completamente, porque nadie por si solo puede agotar toda la profundidad y riqueza de matices que tiene su persona. Llegar a percibir un perfil de Jesús suficientemente completo sólo es posible en comunidad. Es a través del conjunto de opciones diversas que se configura una imagen mínimamente clara de Jesús.
Así pues buscar a Jesús es a la vez un camino personal y un camino compartido, un proceso de búsqueda interior y al mismo tiempo de diálogo, un trabajo de definición personal y simultáneamente de consolidación de proyectos con otros perfiles y mentalidades, un servicio esforzado y también un regalo.
Dentro de la comunidad cada uno puede llegar a ser una autoridad en su especialidad y su palabra tendrá un peso destacado a la hora de decidir sobre determinadas cuestiones. Pero en cuanto a la vida en común o al seguimiento de Jesús todos tenemos sólo visiones parciales, igualmente interesantes y valiosas pero incompletas, lo que hace imposible que nadie pueda decidir acertadamente en nombre de todos. Sólo la búsqueda de un consenso o la participación democrática permiten tomar este tipo de decisiones.
Las pulseras y los tenedores sirven para tareas distintas pero para hablar de Jesús lo que cuenta es servir. Cada servidor es pues una voz autorizada para hablar de Él y también su voto vale para decidir cómo debemos seguirle todos juntos.