sábado, 6 de abril de 2019

Acompaña

Vives en un mundo de personas, cada una diferente única e irrepetible, pero todas conectadas de una manera u otra. Así pues tu vida está ligada a la suya: puedes vivir y actuar sabiendo que todo lo que haces les afecta o hacer ver que lo ignoras. También puedes cuidarte de que el trabajo que hagas les sea una ayuda y no un obstáculo.
Caminar con responsabilidad junto a otros no se limita a reconocer y valorar su dignidad como personas, sino que a menudo pedirá de ti algún trabajo extra para ayudar a los que han quedado por una causa u otra al margen del camino. No importa quiénes son sino que se encuentran con problemas, este es el único criterio válido: primero los que se han quedado atrás.
Servir es ponerse a disposición de los demás. Pero ¿qué puedes dar a los demás de bueno que no sea algo de ti? Tu tiempo, tu saber, tu interés, tu alegría, tu astucia, tu buen humor, tu paciencia, tu capacidad de sorprenderte... Ponerte a disposición de los demás también es una buena manera de ser tú misma con todo lo bueno que tienes.
Al final del evangelio de Lucas, después de la crucifixión de Jesús, hay un relato que hace una especie de resumen de cómo Jesús ha compartido su camino con los demás:
Aquel mismo día, dos de ellos iban a una aldea llamada Emaús, distante a unas dos leguas de Jerusalén. Iban comentando todo lo sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona los alcanzó y se puso a caminar con ellos. Pero ellos tenían los ojos incapacitados para reconocerlo. Él les preguntó: “¿De qué vais conversando por el camino?” Ellos le contestaron: “De lo de Jesús de Nazaret.” Jesús, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que en toda la Escritura se refería a él. Se acercaban a la aldea adonde se dirigían, y él fingió seguir adelante. Pero ellos le insistieron: “Quédate con nosotros, que se hace tarde y el día va de caída.” Entró para quedarse con ellos; y, mientras estaba con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista. Al punto se levantaron y volvieron a Jerusalén. (Lucas 24,13-33)
Para ser mínimamente útil a los demás, que quizás te necesitan, hay que ir a encontrarles, no esperar a que vengan, y ponerse a su lado, compartir el camino que hacen a su ritmo, no al tuyo. Es mejor empezar por preguntar y escuchar en silencio qué dicen antes de formular teorías o dar lecciones que dejen claro quién eres y cuántas cosas sabes. Son ellos que tienen que ir descubriendo y expresando que necesitan y sólo entonces tratar de hacer tu aportación.
Jesús les habla de las escrituras pero relacionadas con su problema: están tristes por la crucifixión de su maestro (el mismo Jesús). Muchas veces la solución nace de la misma vida, por eso hay que releer la propia experiencia, encontrar aquellas pistas que pueden aportar luz y conectarlas con nuevas perspectivas que abran paso a alternativas que pueden resolver los problemas actuales. Las soluciones que no encajan con la vida real no solucionan nada.
Sea como sea el objetivo final es que las personas afectadas puedan reintegrarse a la vida cotidiana con la máxima normalidad, que vuelvan a sentarse alrededor de la mesa como uno más. Una vez superada la situación problemática ya no necesitarán más tu ayuda y deberás saber retirarte, para que ellos se den cuenta que son lo suficientemente fuertes para seguir haciendo camino solos. Los dos que huían discretamente muertos de miedo vuelven ahora decididos hacia Jerusalén a pesar de ser de noche.

miércoles, 3 de abril de 2019

Una casa para todos

La naturaleza es mucho más que una despensa o un almacén y valorarla sólo por su utilidad inmediata es una ingenuidad que, a la larga, pone en peligro su supervivencia y la nuestra. Si no se tiene ningún tipo de cuidado o de atención con el funcionamiento de los procesos naturales que hacen posible disponer de recursos para vivir, al final desaparecerán. La naturaleza es capaz de ofrecer remedio a nuestras necesidades de forma constante no por ser infinita sino porque se renueva. Precisamente la explotación a gran escala de los recursos naturales ha puesto al descubierto sus límites.
Respetar y cuidar de no interrumpir o alterar los ciclos naturales es la única manera de conservarlos. Muchos de ellos no los podemos recrear por nuestra cuenta. Más aún la naturaleza ya está hoy en muchos lugares sufriendo graves situaciones de degradación al lado de las personas que viven en ella. No se puede esperar que la naturaleza esté a nuestro servicio infinitamente, ella también debe ser servida y atendida.
Hay que reaccionar. Si no lo hacemos, el respeto por los derechos de las personas nunca será completo: la tierra, la naturaleza, es la casa común de la humanidad pasada, presente y futura y de todos los seres vivos. Cada elemento de la tierra tiene valor por sí mismo y al mismo tiempo lo tiene para los que viven, han vivido o vivirán en ella.
El dominio ejercido sobre la naturaleza a lo largo de los últimos siglos y las investigaciones científicas que se han llevado a cabo han producido en muchas personas una pérdida del sentimiento de miedo y de admiración. Puede ser bueno perder el miedo a los rayos o las enfermedades pero creer que la naturaleza no nos puede descubrir nada nuevo ni acercarnos al misterio porque ya lo sabemos todo es un error. Basta con que te detengas unos momentos a contemplar el cielo o las montañas, o a imaginar los capilares finísimos que llevan oxígeno hasta las últimas células de tu cuerpo... y fácilmente podrás reencontrar la sensación de sorpresa y fascinación.
Vivimos voluntariamente engañados: mientras podemos sentir todavía una admiración sincera por la belleza natural que tenemos delante, nos beneficiamos de una carrera para la mejora constante de las condiciones de vida -en el primer mundo- que camina hacia la destrucción del planeta. Las fotografías que haces y compartes de puestas de sol increíbles, cascadas paradisíacas o mariposas exuberantes son hechas con una tecnología elaborada con minerales fruto del saqueo y de la explotación...
Si queremos encontrar soluciones sinceras forzosamente tendremos que vivir de forma más pobre, más austera, más sensata... y trabajar para corregir el mal que se ha hecho y aún se hace. La libertad no es vivir de espaldas a la realidad sino asumir de cara las complicaciones. Si uno te obliga a caminar mil pasos, haz con él dos mil, propone Jesús.
Para aceptar realmente que la naturaleza es la casa común de todos no basta con reconocer a los demás y sus diferencias, sino que también hay que admitir que debemos compartir con ellos la gestión de la casa, que lo que decidamos no lo podemos decidir solos, que su futuro y el nuestro están ligados y que debemos aprender a caminar en compañía.