Vives en un mundo de personas, cada una diferente única e
irrepetible, pero todas conectadas de una manera u otra. Así pues tu
vida está ligada a la suya: puedes vivir y actuar sabiendo que todo lo
que haces les afecta o hacer ver que lo ignoras. También puedes cuidarte
de que el trabajo que hagas les sea una ayuda y no un obstáculo.
Caminar con responsabilidad junto a otros no se limita a reconocer y valorar su dignidad como personas, sino que a menudo pedirá de ti algún trabajo extra para ayudar a los que han quedado por una causa u otra al margen del camino. No importa quiénes son sino que se encuentran con problemas, este es el único criterio válido: primero los que se han quedado atrás.
Servir es ponerse a disposición de los demás. Pero ¿qué puedes dar a los demás de bueno que no sea algo de ti? Tu tiempo, tu saber, tu interés, tu alegría, tu astucia, tu buen humor, tu paciencia, tu capacidad de sorprenderte... Ponerte a disposición de los demás también es una buena manera de ser tú misma con todo lo bueno que tienes.
Al final del evangelio de Lucas, después de la crucifixión de Jesús, hay un relato que hace una especie de resumen de cómo Jesús ha compartido su camino con los demás:
Aquel mismo día, dos de ellos iban a una aldea llamada Emaús, distante a unas dos leguas de Jerusalén. Iban comentando todo lo sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona los alcanzó y se puso a caminar con ellos. Pero ellos tenían los ojos incapacitados para reconocerlo. Él les preguntó: “¿De qué vais conversando por el camino?” Ellos le contestaron: “De lo de Jesús de Nazaret.” Jesús, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que en toda la Escritura se refería a él. Se acercaban a la aldea adonde se dirigían, y él fingió seguir adelante. Pero ellos le insistieron: “Quédate con nosotros, que se hace tarde y el día va de caída.” Entró para quedarse con ellos; y, mientras estaba con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista. Al punto se levantaron y volvieron a Jerusalén. (Lucas 24,13-33)
Para ser mínimamente útil a los demás, que quizás te necesitan, hay que ir a encontrarles, no esperar a que vengan, y ponerse a su lado, compartir el camino que hacen a su ritmo, no al tuyo. Es mejor empezar por preguntar y escuchar en silencio qué dicen antes de formular teorías o dar lecciones que dejen claro quién eres y cuántas cosas sabes. Son ellos que tienen que ir descubriendo y expresando que necesitan y sólo entonces tratar de hacer tu aportación.
Jesús les habla de las escrituras pero relacionadas con su problema: están tristes por la crucifixión de su maestro (el mismo Jesús). Muchas veces la solución nace de la misma vida, por eso hay que releer la propia experiencia, encontrar aquellas pistas que pueden aportar luz y conectarlas con nuevas perspectivas que abran paso a alternativas que pueden resolver los problemas actuales. Las soluciones que no encajan con la vida real no solucionan nada.
Sea como sea el objetivo final es que las personas afectadas puedan reintegrarse a la vida cotidiana con la máxima normalidad, que vuelvan a sentarse alrededor de la mesa como uno más. Una vez superada la situación problemática ya no necesitarán más tu ayuda y deberás saber retirarte, para que ellos se den cuenta que son lo suficientemente fuertes para seguir haciendo camino solos. Los dos que huían discretamente muertos de miedo vuelven ahora decididos hacia Jerusalén a pesar de ser de noche.
Caminar con responsabilidad junto a otros no se limita a reconocer y valorar su dignidad como personas, sino que a menudo pedirá de ti algún trabajo extra para ayudar a los que han quedado por una causa u otra al margen del camino. No importa quiénes son sino que se encuentran con problemas, este es el único criterio válido: primero los que se han quedado atrás.
Servir es ponerse a disposición de los demás. Pero ¿qué puedes dar a los demás de bueno que no sea algo de ti? Tu tiempo, tu saber, tu interés, tu alegría, tu astucia, tu buen humor, tu paciencia, tu capacidad de sorprenderte... Ponerte a disposición de los demás también es una buena manera de ser tú misma con todo lo bueno que tienes.
Al final del evangelio de Lucas, después de la crucifixión de Jesús, hay un relato que hace una especie de resumen de cómo Jesús ha compartido su camino con los demás:
Aquel mismo día, dos de ellos iban a una aldea llamada Emaús, distante a unas dos leguas de Jerusalén. Iban comentando todo lo sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona los alcanzó y se puso a caminar con ellos. Pero ellos tenían los ojos incapacitados para reconocerlo. Él les preguntó: “¿De qué vais conversando por el camino?” Ellos le contestaron: “De lo de Jesús de Nazaret.” Jesús, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que en toda la Escritura se refería a él. Se acercaban a la aldea adonde se dirigían, y él fingió seguir adelante. Pero ellos le insistieron: “Quédate con nosotros, que se hace tarde y el día va de caída.” Entró para quedarse con ellos; y, mientras estaba con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista. Al punto se levantaron y volvieron a Jerusalén. (Lucas 24,13-33)
Para ser mínimamente útil a los demás, que quizás te necesitan, hay que ir a encontrarles, no esperar a que vengan, y ponerse a su lado, compartir el camino que hacen a su ritmo, no al tuyo. Es mejor empezar por preguntar y escuchar en silencio qué dicen antes de formular teorías o dar lecciones que dejen claro quién eres y cuántas cosas sabes. Son ellos que tienen que ir descubriendo y expresando que necesitan y sólo entonces tratar de hacer tu aportación.
Jesús les habla de las escrituras pero relacionadas con su problema: están tristes por la crucifixión de su maestro (el mismo Jesús). Muchas veces la solución nace de la misma vida, por eso hay que releer la propia experiencia, encontrar aquellas pistas que pueden aportar luz y conectarlas con nuevas perspectivas que abran paso a alternativas que pueden resolver los problemas actuales. Las soluciones que no encajan con la vida real no solucionan nada.
Sea como sea el objetivo final es que las personas afectadas puedan reintegrarse a la vida cotidiana con la máxima normalidad, que vuelvan a sentarse alrededor de la mesa como uno más. Una vez superada la situación problemática ya no necesitarán más tu ayuda y deberás saber retirarte, para que ellos se den cuenta que son lo suficientemente fuertes para seguir haciendo camino solos. Los dos que huían discretamente muertos de miedo vuelven ahora decididos hacia Jerusalén a pesar de ser de noche.