Casi cada fin de semana salgo a dar un paseo en bicicleta por caminos y carreteras de los alrededores de Badalona. Con los años se ha convertido en un tiempo privilegiado para recuperar el tono después de una semana de trabajo.
Al principio el ritmo de los pedales me sirve para acompasar la respiración y recuperar el control sobre mí mismo. Tomar y soltar el aire es uno de los ritmos más básicos de nuestro organismo y serenarlo nos permite serenar el conjunto de nuestra vida.
Durante el tiempo que Jesús y sus discípulos recorrieron Galilea también se encontraron con semanas estresantes. En estos casos Jesús les propone de ir a un lugar despoblado y descansar. Cambiar de ambiente, romper el ritmo acelerado y caótico del día a día, es la manera de poder reanudar con sentido la tarea que se está haciendo.
Al cabo de un buen rato de pedalear empiezo a percibir mucho mejor todo lo que me rodea: me doy cuenta de los colores del paisaje, oigo sonidos que no oía y huelo perfumes (o malos olores) que hasta ahora no había captado. Poco a poco voy descubriendo nuevos detalles que me hablan de por dónde estoy pasando.
Gracias a los sentidos se recupera el presente, hasta ahora secuestrado por los deberes pendientes y las obligaciones. Y se puede dejar de dar vueltas a las cuestiones que nos preocupan y concentrarnos en aprovechar lo que estamos haciendo. Centrar la mirada en el presente permite darnos cuenta de qué estamos viviendo y vivirlo de verdad.
Jesús habla de saber percibir los signos de los tiempos, los acontecimientos que anuncian la cercanía de Dios y también de cuál es su voluntad. Es posible encontrar este tipo de signos en la vida de cada uno, en la vida de cada día, pistas que arrojan luz sobre el momento por el que estamos pasando yo y los que me rodean.
Luego sigo avanzando en silencio, mientras puedo, tratando de saborear la ruta y nada más. Algunas veces ante un paisaje o por alguna idea que me viene a la cabeza de repente o por el recuerdo de alguna persona encuentro algún motivo todavía para subir un tercer peldaño: dirigirse a Dios, para orar y dar gracias.
Respirar serenamente, abrir los sentidos al presente y mirar hacia Dios son los caminos que conozco que llevan a hacer oración. Probablemente esta ruta también se pueda hacer sin bicicleta pero no sin algún otro recurso que nos saque de las rutinas diarias y luego nos devuelva a ellas. No podemos cambiar determinados aspectos de nuestra vida sí podemos vivir mejor o peor la vida que se nos ha dado.
Al principio el ritmo de los pedales me sirve para acompasar la respiración y recuperar el control sobre mí mismo. Tomar y soltar el aire es uno de los ritmos más básicos de nuestro organismo y serenarlo nos permite serenar el conjunto de nuestra vida.
Durante el tiempo que Jesús y sus discípulos recorrieron Galilea también se encontraron con semanas estresantes. En estos casos Jesús les propone de ir a un lugar despoblado y descansar. Cambiar de ambiente, romper el ritmo acelerado y caótico del día a día, es la manera de poder reanudar con sentido la tarea que se está haciendo.
Al cabo de un buen rato de pedalear empiezo a percibir mucho mejor todo lo que me rodea: me doy cuenta de los colores del paisaje, oigo sonidos que no oía y huelo perfumes (o malos olores) que hasta ahora no había captado. Poco a poco voy descubriendo nuevos detalles que me hablan de por dónde estoy pasando.
Gracias a los sentidos se recupera el presente, hasta ahora secuestrado por los deberes pendientes y las obligaciones. Y se puede dejar de dar vueltas a las cuestiones que nos preocupan y concentrarnos en aprovechar lo que estamos haciendo. Centrar la mirada en el presente permite darnos cuenta de qué estamos viviendo y vivirlo de verdad.
Jesús habla de saber percibir los signos de los tiempos, los acontecimientos que anuncian la cercanía de Dios y también de cuál es su voluntad. Es posible encontrar este tipo de signos en la vida de cada uno, en la vida de cada día, pistas que arrojan luz sobre el momento por el que estamos pasando yo y los que me rodean.
Luego sigo avanzando en silencio, mientras puedo, tratando de saborear la ruta y nada más. Algunas veces ante un paisaje o por alguna idea que me viene a la cabeza de repente o por el recuerdo de alguna persona encuentro algún motivo todavía para subir un tercer peldaño: dirigirse a Dios, para orar y dar gracias.
Respirar serenamente, abrir los sentidos al presente y mirar hacia Dios son los caminos que conozco que llevan a hacer oración. Probablemente esta ruta también se pueda hacer sin bicicleta pero no sin algún otro recurso que nos saque de las rutinas diarias y luego nos devuelva a ellas. No podemos cambiar determinados aspectos de nuestra vida sí podemos vivir mejor o peor la vida que se nos ha dado.