Cuando salimos de excursión por la montaña siempre hay alguien de la familia que observa con atención los márgenes del camino para ver si descubre fresas. Este verano hemos superado nuestro propio récord: hemos llenado dos fiambreras.
Aunque hay quien es más hábil que otros cuando se trata de buscar fresas escondidas bajo las hojas o entre las hierbas en algún momento todo el mundo se anima y es capaz de encontrar un buen puñado.
Espabilarse para ser el primero en descubrir detalles escondidos o difíciles de ver es una motivación que siempre funciona. Sí, competir es un gran estímulo para progresar, en todo caso hay que saber en qué lucha nos hemos metido.
Hay quien se especializa a encontrar defectos o problemas en todo por minúsculos que sean. No da nada por bueno de lo que se ha dicho o de lo que se ha hecho, lo pone en duda, lo cuestiona, lo investiga y lo repasa todo con atención. Es un camino de búsqueda estimulante pero también un juego peligroso cuando se traslada a las relaciones personales: esforzarse sólo en descubrir las debilidades o las limitaciones de los demás acaba por generar una desconfianza enfermiza que lo envenena todo.
Otro tipo de reto para mantener despierta la atención es saber detectar cuáles son las inquietudes de aquellos que tenemos cerca, más allá de lo que dicen o hacen. Los diversos matices que puede tener la voz, la luz o la oscuridad de una mirada, un gesto más rápido o más lento de lo habitual... nos descubre ilusiones y alegrías, dudas y luchas, nos descubre en definitiva a la persona real y viva, como nosotros mismos, y nos pone en situación de entendernos y compartir.
Quien ha aprendido a ver a las personas con toda la alegría y el dolor que llevan dentro, también sabe identificar los detalles de menor valor que a menudo se interponen en las relaciones entre personas y no tiene demasiadas dificultades para dejarlos de lado.
Una persona, también una religión o una filosofía, que sólo sepa descubrir pecados y problemas está prácticamente ciega. No llegará a ver algo hasta que no se dé cuenta de qué motivos tiene para confiar, de qué aciertos y qué alegrías, de qué luchas y pasos adelante puede compartir y saborear ahora y aquí. Es necesario un sentido crítico muy desarrollado para distinguir las fresas de las hojas pero todavía es más importante tener criterio para saber quedarse con las fresas y no atiborrarse de hojas.