martes, 17 de febrero de 2015

El molde

A mi hija mayor le han regalado un molde de silicona para hacer pasteles. Tiene unas letras grabadas en el fondo que dicen cookie que quedan reproducidas en relieve en la parte superior del pastel una vez desmoldado.
Las palabras también son una especie de molde que da forma a la experiencia: identificamos que es una sombra que se mueve a lo lejos diciendo que se trata de un rebeco, o aclaramos que no hay peligro cuando decimos que el agua es poco profunda... Las palabras ponen en relación experiencias nuevas con otras ya conocidas y les dan un significado.
Las oraciones que recitamos funcionan igual, son una manera de dar forma a la experiencia religiosa. Rezar es una de las formas más simples de oración: pide poco esfuerzo, ayuda a fijar la atención y poco a poco va despertando nuestros sentimientos. De entrada puede parecer un tipo de oración pobre o, tal vez, vacío pero con el tiempo y de forma imperceptible las palabras se van llenando de vida. Por eso no es indiferente el molde que utilizamos para rezar. Lo que decimos llama o convoca a una cierta experiencia.
A mí, por ejemplo, se me hace raro hablar de vos. Hace mucho tiempo que no oigo expresiones como estas que ya eran raras cuando yo era pequeño. En cambio, la palabra que Jesús elige para dirigirse a Dios es Abba, papá, es la expresión familiar que usaría un niño. Cuesta entender que la versión catalana del Padrenuestro mantenga este trato de vos cuando se dirige a Dios.
Es muy diferente decir: Padre nuestro que estáis en el cielo... (en segunda persona del plural) que decir: Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu Reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Nuestro pan de cada día danos hoy; perdona nuestras ofensas, que nosotros perdonamos a los que nos han ofendido; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
Las palabras, no las grandes palabras que aparecen en los documentos oficiales ni los tecnicismos de las aulas de teología, sino las que repetimos cada día configuran nuestra experiencia de Dios. La oración dirigida a un Tú expresa y da consistencia a los sentimientos de confianza, de proximidad, de aprecio... Y abre el camino para hablar tú a tú con Él.
Es un rasgo distintivo de Jesús: nada de palabras altisonantes, ni celebraciones solemnes, nada de templos pomposos, ni de intermediarios que gesticulan ante la multitud... Hay que saber orar en un rincón escondido y dirigirse tú a tú al Dios que nos acompaña a todas partes. Sólo hablando a Dios de Tú es posible rehacer la experiencia de Jesús que se reconoce como Hijo... Él, su vida y sus palabras, son el molde que nos permite llegar a vivir también como hijos.