jueves, 12 de marzo de 2015

Fragmentos de cerámica

En el museo de las termas romanas de Badalona hay algunas piezas de cerámica ibérica. Las encontraron hechas pedazos al excavar en un yacimiento cercano y un equipo de arqueólogos las reconstruyó. Había fragmentos en muy buen estado que todavía conservaban el dibujo original, otros en cambio lo habían perdido y algunos agujeros se tuvieron que rellenar con yeso.
A menudo encontrar el equilibrio personal se parece bastante a la reconstrucción de una vasija de barro. Con paciencia hay que ir encontrando cuál es el lugar que corresponde a cada fragmento, a cada deseo, a cada emoción, a cada idea... en beneficio del conjunto.
Durante mucho tiempo la pedagogía oficial de la Iglesia se ha limitado a identificar, denunciar y prohibir los pecados como si con eso ya quedara todo resuelto. Pero los deseos, los sentimientos y las ideas que nos pueden llevar a hacer el mal forman parte de nosotros, están profundamente entrelazados con otros deseos y sentimientos que nos animan a vivir y a amar. No se puede pretender suprimirlos sin más.
A medida que nos conocemos a fondo podemos identificar qué deseos, emociones y pensamientos vale la pena animar y de cuales conviene tomar distancia. Pero los impulsos problemáticos nunca desaparecerán del todo, sólo los podemos limitar y minimizar, con suerte, quedarán como dormidos.
Tenemos que conseguir ser nosotros mismos con todas las piezas, tanto las que conservan el dibujo original de su creador, como las feas o deformadas por el tiempo. Necesitamos, pues, aprender a convivir con el pecado y el mal. Cuando la persona no reconoce sus deseos o emociones perjudiciales y los niega o los esconde suelen convertirse en una fuente de malestar... aparte de hacer imposible gestionarlos.
Nosotros también contribuimos a hacer el mal, aunque no queramos. Conviene aceptarlo con humildad. En esto consiste llevar la propia cruz: hacernos cargo de nuestras carencias -aunque no seamos directamente culpables de ellas- y ahorrar a los demás una parte del dolor y el malestar que hay en nuestro entorno. Sin lugar a dudas, los mejores compañeros de camino son los que tienen bien asumidas sus propias limitaciones y no pretenden cargarlas a nadie.
En relación al pecado los primeros cristianos hablaban de reconciliación entre Dios y las personas, entre diversos grupos humanos y también, de alguna manera, de la persona consigo misma. Reconciliar habla de conseguir un todo donde no falta nada pero se trata de una totalidad donde cada parte, cada matiz, ha sido reconocida por las demás y ha quedado así integrada.
Al fin i al cabo sólo una vasija o una jarra de barro enteras son aptas para contener vinos, aceites, semillas o algún tesoro.

domingo, 1 de marzo de 2015

La guía de excursiones

Salí de excursión con mis hijos y mis sobrinos. Sobre el papel la ruta parecía muy evidente pero a partir de cierto punto no había un camino claro y atajamos en línea recta por la pendiente hasta encontrar un paso. Una vez arriba vimos que se podía llegar por tres caminos diferentes.
Las explicaciones, por detalladas que sean, sólo son una aproximación. El auténtico conocimiento lo da la experiencia. Demasiado a menudo en cuestiones de fe la gente se conforma con cuatro instrucciones aparentemente claras en vez de querer profundizar. También suele ser habitual que cuando las instrucciones fallan se abandone la fe... como si al estropearse la cerradura de la puerta de nuestra casa decidiéramos cambiar de domicilio.
Un cristianismo aceptado socialmente propició en el pasado una progresiva simplificación de la fe. Y hoy todavía no tenemos una conciencia clara de qué es importante y qué no en cuestiones de fe. Es necesario, pues, ir a las raíces y recuperar la experiencia de fe con toda su profundidad, sin preocuparnos por cómo nos organizamos o qué se debe celebrar tal día. Y para ello habrá que aprender de nuestra historia, de la historia concreta de las personas que han vivido la fe, de los miles de santos anónimos que han seguido a Jesús.
Observando las personas que a lo largo de los siglos han seguido las líneas de trabajo de Jesús se adivinan diversos núcleos de experiencia significativos. Un núcleo se encuentra en la lucha por la justicia, la denuncia de la marginación y el trabajo por la promoción humana, la construcción de la paz, el cuidado de la salud y la educación. Otro es la experiencia de vida en común, en grupos de reflexión o de oración, en pequeñas comunidades, en la vida parroquial, en comunidades religiosas y en monasterios, en movimientos y asociaciones, en encuentros y celebraciones. Un tercer camino es la búsqueda de Dios desde el silencio, profundizando en uno mismo, con el estudio, la oración, la meditación...
No es posible encontrar ni seguir a Jesús en abstracto. Él se encuentra siempre encarnado en contextos y experiencias concretas. O bien encuentro a Jesús en mí, o bien lo encuentro en la comunidad o bien lo encuentro en los pobres de nuestro mundo. Sin rehacer la experiencia de Jesús no es posible conocerle, ni entenderle, ni seguirle.
Fuera de estos núcleos de experiencia no hay fe cristiana posible, ni tampoco auténtica Iglesia. Las diversas líneas de trabajo son, en realidad, una red de caminos que están interconectados y unos llevan a otros y, al final, todos llegan a Jesús. En cualquier caso sin pisar ningún camino, ni perderse ni sufrir algún rasguño es imposible encontrarlo.