Hacer experiencia de Dios es como el paso de una estrella fugaz: al cabo
de un rato puedes llegar a dudar de si realmente ha sucedido. La
experiencia de Dios es solo una cata, o una promesa, de todo lo que
puede llegar a pasar. En la vida hay más momentos de este tipo: miradas
que se cruzan, puertas que se abren... que dicen mucho más de lo que
son.
Estos instantes son algo tan sutil que o bien se les presta atención y uno se los toma con interés, o bien se pierden para siempre. Lo cierto es que, si nos fijamos bien, algunos hechos tienen una capacidad de comunicación más directa y profunda que las palabras. Así es el funcionamiento del lenguaje simbólico muy poco es capaz de evocar o sugerir una infinidad...
Yo te propongo que te tomes la vida como Jesús se la toma y que hagas tuya su forma de vivir... Pero: ¿por dónde empezar? Hay muchos aspectos interesantes de la vida de Jesús, de su forma de actuar, de la manera que tiene de relacionarse con los demás o de tratar los misterios que esconde la vida. ¿Por dónde empezar?
Prueba a repetir alguno de sus gestos. Cada gesto suyo, por pequeño que sea, evoca toda su vida y la vida de Jesús es capaz de evocar Dios entero. Prueba de hacer como él hace, para llegar a vivir como él vivió y finalmente, si es posible, llegar a vislumbrar mínimamente el porqué de todo.
Hay, desde mi punto de vista, algunos gestos que tienen una densidad especial y que son un buen resumen de su manera de ser y de vivir. Mi selección de gestos imprescindibles para encontrar a Jesús completo es esta: abrir los ojos, abrazar, desatar, acompañar, pasar tiempo en el desierto, sentarse a la mesa y sembrar.
Son siete gestos de Jesús que son a la vez siete propuestas que lo ponen a nuestro alcance, siete maneras de hacerlo presente y de actualizarlo. Son también siete pequeños sacramentos, espacios de encuentro con Jesús donde hacer el aprendizaje que necesitamos para vivir el día a día como él, fuentes donde alimentar nuestro deseo de búsqueda, luces en medio de la noche para seguir el rastro de la presencia del Dios huidizo.
Estos instantes son algo tan sutil que o bien se les presta atención y uno se los toma con interés, o bien se pierden para siempre. Lo cierto es que, si nos fijamos bien, algunos hechos tienen una capacidad de comunicación más directa y profunda que las palabras. Así es el funcionamiento del lenguaje simbólico muy poco es capaz de evocar o sugerir una infinidad...
Yo te propongo que te tomes la vida como Jesús se la toma y que hagas tuya su forma de vivir... Pero: ¿por dónde empezar? Hay muchos aspectos interesantes de la vida de Jesús, de su forma de actuar, de la manera que tiene de relacionarse con los demás o de tratar los misterios que esconde la vida. ¿Por dónde empezar?
Prueba a repetir alguno de sus gestos. Cada gesto suyo, por pequeño que sea, evoca toda su vida y la vida de Jesús es capaz de evocar Dios entero. Prueba de hacer como él hace, para llegar a vivir como él vivió y finalmente, si es posible, llegar a vislumbrar mínimamente el porqué de todo.
Hay, desde mi punto de vista, algunos gestos que tienen una densidad especial y que son un buen resumen de su manera de ser y de vivir. Mi selección de gestos imprescindibles para encontrar a Jesús completo es esta: abrir los ojos, abrazar, desatar, acompañar, pasar tiempo en el desierto, sentarse a la mesa y sembrar.
Son siete gestos de Jesús que son a la vez siete propuestas que lo ponen a nuestro alcance, siete maneras de hacerlo presente y de actualizarlo. Son también siete pequeños sacramentos, espacios de encuentro con Jesús donde hacer el aprendizaje que necesitamos para vivir el día a día como él, fuentes donde alimentar nuestro deseo de búsqueda, luces en medio de la noche para seguir el rastro de la presencia del Dios huidizo.