miércoles, 27 de junio de 2018

Saborear

Hacer experiencia de Dios es como el paso de una estrella fugaz: al cabo de un rato puedes llegar a dudar de si realmente ha sucedido. La experiencia de Dios es solo una cata, o una promesa, de todo lo que puede llegar a pasar. En la vida hay más momentos de este tipo: miradas que se cruzan, puertas que se abren... que dicen mucho más de lo que son.
Estos instantes son algo tan sutil que o bien se les presta atención y uno se los toma con interés, o bien se pierden para siempre. Lo cierto es que, si nos fijamos bien, algunos hechos tienen una capacidad de comunicación más directa y profunda que las palabras. Así es el funcionamiento del lenguaje simbólico muy poco es capaz de evocar o sugerir una infinidad...
Yo te propongo que te tomes la vida como Jesús se la toma y que hagas tuya su forma de vivir... Pero: ¿por dónde empezar? Hay muchos aspectos interesantes de la vida de Jesús, de su forma de actuar, de la manera que tiene de relacionarse con los demás o de tratar los misterios que esconde la vida. ¿Por dónde empezar?
Prueba a repetir alguno de sus gestos. Cada gesto suyo, por pequeño que sea, evoca toda su vida y la vida de Jesús es capaz de evocar Dios entero. Prueba de hacer como él hace, para llegar a vivir como él vivió y finalmente, si es posible, llegar a vislumbrar mínimamente el porqué de todo.
Hay, desde mi punto de vista, algunos gestos que tienen una densidad especial y que son un buen resumen de su manera de ser y de vivir. Mi selección de gestos imprescindibles para encontrar a Jesús completo es esta: abrir los ojos, abrazar, desatar, acompañar, pasar tiempo en el desierto, sentarse a la mesa y sembrar.
Son siete gestos de Jesús que son a la vez siete propuestas que lo ponen a nuestro alcance, siete maneras de hacerlo presente y de actualizarlo. Son también siete pequeños sacramentos, espacios de encuentro con Jesús donde hacer el aprendizaje que necesitamos para vivir el día a día como él, fuentes donde alimentar nuestro deseo de búsqueda, luces en medio de la noche para seguir el rastro de la presencia del Dios huidizo.

sábado, 16 de junio de 2018

Jesús completo

Mucha gente piensa que las palabras de Jesús nos descubren a Dios o, cuando menos, hablan sabiamente de Dios y de la vida. Estoy de acuerdo. Pero esto sólo es una parte del mensaje de Jesús. Porque Jesús habla con toda su vida: con su actitud, con los gestos, con el tono de voz, con la mirada... incluso con sus silencios.
Las palabras aisladas no serían nada. Las palabras de Jesús sin su vida que las llena de sentido quedarían vacías. Quizás alguien pueda hacer de mensajero sin saber qué dice el mensaje que trae, pero lanzar una propuesta sin el aval o el apoyo de la persona que la hace no tiene ningún tipo de interés ni de consistencia. Y el evangelio, ya lo hemos dicho, no es un mensaje neutro sino un reto y una provocación. Las palabras de Jesús son una propuesta que no sería nada sin su vida, sin su testimonio.
Si queremos descubrir a Dios la vida de Jesús, no sólo sus palabras, es una ocasión inmejorable. Toda ella, en conjunto, nos habla. Más aún, no se limita a hablar, sino que lo hace cercano, lo hace visible y palpable. Jesús con su forma de vivir hace presente las maneras de hacer de Dios. Hay un concepto que define muy bien qué es eso de gestos y palabras que hacen presente a Dios. Es el concepto de sacramento. Por eso decimos que la vida de Jesús es sacramento de Dios, que él hace experimentable aquel que está más allá de todo.
Si tú quieres sacar partido del mensaje de Jesús no te conformes con aprovechar algunas de sus ideas para hablar y reflexionar sobre Dios, como se limita a hacer cierta teología y cierta catequesis. Tú también puedes verlo, tocarlo, saborearlo... Tú puedes experimentarlo. Rehacer la experiencia de Jesús, hacerla tuya, continuarla, ampliarla, actualizarla te sitúa en su perspectiva, en sintonía con sus preocupaciones y prioridades, te implica en sus actividades, define una forma de relacionarse con los demás y una manera de buscar la felicidad... y también te acerca a Dios.
Si haces tuya la experiencia completa de Jesús podrás hacer experiencia de su Dios, gustar, aunque sea mínimamente, su presencia aquí y ahora.

domingo, 3 de junio de 2018

Retomar el camino

El punto de partida para conocer Jesús son los evangelios. Sí, se trata de escritos antiguos que tienen un lenguaje que hoy nos puede sonar extraño. Pero no todo te resultará lejano: hay gestos, momentos, frases, situaciones... que son sorprendentemente actuales. Estos detalles son los pasillos que hacen posible acercarse a Jesús. Y eso es suficiente por ahora, no es necesario saberlo todo, se trata, de momento, de empezar a hablar.
Pero, ¿qué podemos esperar de los evangelios y de nuestro diálogo con Jesús? Algunos buscan consignas sobre cómo actuar, otros descubrir algún secreto del más allá que ponga remedio a sus dudas... Lo que yo he encontrado son retos. Y te propongo que, si no quieres quedar decepcionada, te lo tomes también como un reto. No esperes grandes explicaciones, ni respuestas o soluciones ya dadas, escucha las propuestas que se te hacen y trata de responder. Jesús hace propuestas constantemente: seguidme, haced esto, id a anunciarlo, subid a la barca, venid y lo veréis, decidle que venga...
Los evangelios son un reto y una provocación, una invitación a dejar de lado la forma habitual de mirar las personas y de hacer las cosas. ¿Qué quiere decir felices los pobres... y los humildes... y los perseguidos? De verdad ¿tienen motivos para ser felices? Las bienaventuranzas son una provocación. De entrada no son felices y las grandes promesas tampoco les harán felices.
Jesús habla de personas, a menudo, invisibles, habla de su felicidad, a la que tienen derecho, y los pone al principio de su lista de urgencias. Es una llamada, una reivindicación, un deseo serio de cambiar las cosas, una crítica a todas las situaciones que desprecian a las personas.
Si tú respondes, sólo si respondes y te acercas a los que lloran, los que pasan hambre, a los maltratados... podrás llegar a entender algo del mensaje de Jesús. Primero es necesario que reacciones, que te preocupes, que te indignes, que pruebes de hacer como Él y luego entenderás qué significa su actuación y podrás comprender el valor de sus palabras.
Si no pruebas de ponerte en la piel de Jesús, no entenderás nada de los evangelios. La única forma de conocer a Jesús es seguirlo: intentar retomar, continuar, las líneas de trabajo que Él hizo suyas, responder a los retos que Él se planteó, participar en sus luchas y vivir a su lado los éxitos y los fracasos de su proyecto.
Para entender Jesús y su evangelio no te puedes quedar como una simple lectora o una espectadora. Hay quien para acercarse a Jesús se imagina que es uno de los discípulos que le está escuchando o alguien con quien Jesús se encontró por el camino. Es un buen recurso. Pero en algún momento deberás pasar de observarlo a hacer tú lo que hace Él y convertirte en la protagonista de una nueva historia.