Mucha gente piensa que las palabras de Jesús nos
descubren a Dios o, cuando menos, hablan sabiamente de Dios y de la
vida. Estoy de acuerdo. Pero esto sólo es una parte del mensaje de
Jesús. Porque Jesús habla con toda su vida: con su actitud, con los
gestos, con el tono de voz, con la mirada... incluso con sus silencios.
Las palabras aisladas no serían nada. Las palabras de Jesús sin su vida que las llena de sentido quedarían vacías. Quizás alguien pueda hacer de mensajero sin saber qué dice el mensaje que trae, pero lanzar una propuesta sin el aval o el apoyo de la persona que la hace no tiene ningún tipo de interés ni de consistencia. Y el evangelio, ya lo hemos dicho, no es un mensaje neutro sino un reto y una provocación. Las palabras de Jesús son una propuesta que no sería nada sin su vida, sin su testimonio.
Si queremos descubrir a Dios la vida de Jesús, no sólo sus palabras, es una ocasión inmejorable. Toda ella, en conjunto, nos habla. Más aún, no se limita a hablar, sino que lo hace cercano, lo hace visible y palpable. Jesús con su forma de vivir hace presente las maneras de hacer de Dios. Hay un concepto que define muy bien qué es eso de gestos y palabras que hacen presente a Dios. Es el concepto de sacramento. Por eso decimos que la vida de Jesús es sacramento de Dios, que él hace experimentable aquel que está más allá de todo.
Si tú quieres sacar partido del mensaje de Jesús no te conformes con aprovechar algunas de sus ideas para hablar y reflexionar sobre Dios, como se limita a hacer cierta teología y cierta catequesis. Tú también puedes verlo, tocarlo, saborearlo... Tú puedes experimentarlo. Rehacer la experiencia de Jesús, hacerla tuya, continuarla, ampliarla, actualizarla te sitúa en su perspectiva, en sintonía con sus preocupaciones y prioridades, te implica en sus actividades, define una forma de relacionarse con los demás y una manera de buscar la felicidad... y también te acerca a Dios.
Si haces tuya la experiencia completa de Jesús podrás hacer experiencia de su Dios, gustar, aunque sea mínimamente, su presencia aquí y ahora.
Las palabras aisladas no serían nada. Las palabras de Jesús sin su vida que las llena de sentido quedarían vacías. Quizás alguien pueda hacer de mensajero sin saber qué dice el mensaje que trae, pero lanzar una propuesta sin el aval o el apoyo de la persona que la hace no tiene ningún tipo de interés ni de consistencia. Y el evangelio, ya lo hemos dicho, no es un mensaje neutro sino un reto y una provocación. Las palabras de Jesús son una propuesta que no sería nada sin su vida, sin su testimonio.
Si queremos descubrir a Dios la vida de Jesús, no sólo sus palabras, es una ocasión inmejorable. Toda ella, en conjunto, nos habla. Más aún, no se limita a hablar, sino que lo hace cercano, lo hace visible y palpable. Jesús con su forma de vivir hace presente las maneras de hacer de Dios. Hay un concepto que define muy bien qué es eso de gestos y palabras que hacen presente a Dios. Es el concepto de sacramento. Por eso decimos que la vida de Jesús es sacramento de Dios, que él hace experimentable aquel que está más allá de todo.
Si tú quieres sacar partido del mensaje de Jesús no te conformes con aprovechar algunas de sus ideas para hablar y reflexionar sobre Dios, como se limita a hacer cierta teología y cierta catequesis. Tú también puedes verlo, tocarlo, saborearlo... Tú puedes experimentarlo. Rehacer la experiencia de Jesús, hacerla tuya, continuarla, ampliarla, actualizarla te sitúa en su perspectiva, en sintonía con sus preocupaciones y prioridades, te implica en sus actividades, define una forma de relacionarse con los demás y una manera de buscar la felicidad... y también te acerca a Dios.
Si haces tuya la experiencia completa de Jesús podrás hacer experiencia de su Dios, gustar, aunque sea mínimamente, su presencia aquí y ahora.