domingo, 14 de julio de 2019

El Evangelio cara a cara

Hay mucha gente que no tiene ningún problema en decidir por sí misma qué piensa, qué quiere, cómo se deben hacer las cosas o quién debe gobernar pero no es tan fácil encontrar personas que se atrevan a leer y pensar sobre cuestiones de fe por sí mismas.
Aunque existe una larga tradición cristiana de estudio de las escrituras, también se ha prohibido la lectura directa de la Biblia en algunas épocas. Leer y releer los Evangelios es una forma de conocer a Jesús, una manera de dialogar con él y encontrar pistas para no quedarte estancada en el camino de la fe.
El trabajo con las escrituras avanza gracias a tres grupos de acciones que, en principio, siguen un cierto orden aunque ya verás que cada texto puede ser diferente. Se trata de entender, de reflexionar y de convertirlo en vida.
Para entender basta con leer con calma y atención para no dejarse ningún detalle importante. Más de una vez te sorprenderá lo que dice el texto, sobre todo si lo comparas con las ideas que habitualmente corren por ahí. Más adelante quizás te será necesario utilizar otros recursos: investigar palabras que tienen un significado específico; buscar información sobre personajes o hechos históricos o costumbres judías; profundizar sobre la idea general del libro, no sólo de un fragmento que aislado puede carecer de sentido; etc... Todo lo que te pueda ayudar a saber bien qué dice el texto sirve para este primer objetivo.
Reflexionar no depende tanto de los textos como de lo que te puedan llegar a sugerir. Imagina que tú formas parte de la historia o que la situación es actual. Hay una distancia entre tú y el texto que hay que acortar de alguna manera. Sea como sea, considera que las palabras que lees están escritas pensando en ti. Con tu permiso lo que el texto diga te hará sentir incomodidad, alegría, interés, desconcierto, raramente te resultará indiferente. Déjate cuestionar o animar pero no corras a sacar conclusiones. Valora bien a qué vale la pena hacer caso y a qué no.
El potencial de las palabras de Jesús no se agota con entenderlas y dejar que te sugieran nuevas ideas son capaces también para transformar i enriquecer tu vida. Convertir-las en vida significa que de alguna manera las palabras del Evangelio pasan a formar parte de tu historia. Ya sea porque recordar y repetir algunos fragmentos te ayuda a orar, a sintonizar con la mentalidad de Jesús o a experimentar una mayor paz; o porque has sacado una indicación concreta sobre qué hacer o qué es más importante y te espolea, te motiva, evita que te detengas.
Sería un error pensar que el Evangelio sólo son palabras bonitas o que se trata sólo de un libro de recetas sobre cómo actuar, es eso y mucho más. Algunas veces las palabras que has leído te quedarán como una espina clavada muy adentro y tardarás un tiempo en encontrarle una respuesta.
Conocer un texto hace más fácil la reflexión pero cuanto más reflexiones más preparada estarás para entender todos sus detalles y matices. Hay textos que entenderás rápidamente y otros que incluso con la ayuda de expertos nunca acabarás de entender del todo. En algunos momentos de tu vida una parábola te hará reflexionar durante horas y años después no te dirá nada. No importa entenderlo todo, ni reflexionar más o menos, basta con vivir a fondo algún trozo del Evangelio que te haya llamado la atención para mantener abierta tu relación con Jesús. Buscar en el Evangelio no es nunca una cuestión que puedas dar por cerrada, se trata de no dejar de escuchar y de probar de responder sin conformarte con lo que ya crees saber o ya crees hacer bien. Como con cualquier amistad, vaya.

jueves, 4 de julio de 2019

Palabras prestadas

Una herramienta clave de nuestra tradición religiosa es la palabra. Los textos de la Biblia, sobre todo los de los Evangelios, son un elemento básico de referencia para la fe. Caben miradas diversas sobre qué es ser cristiano pero todas parten de Jesús y de las informaciones sobre él recogidas en los Evangelios.
Gracias a los textos evangélicos nos podemos acercar a la experiencia de Jesús y retomarla. En el caso de la oración, podemos tomar sus palabras en préstamo para aprender a orar. Repitiendo lo que él dijo nos acercamos a sus sentimientos más profundos.
De la experiencia vivida por Jesús nacen sus palabras. Volviendo a pronunciar sus palabras podemos acceder en cierto modo a su experiencia. A condición, claro, que las palabras de Jesús conecten con alguna experiencia similar vivida por nosotros. Las palabras de Jesús son la forma de expresión de sus sentimientos religiosos y pueden servir también para dar forma a los nuestros. Quizás te parezca que lo que lees en el Evangelio no tiene ninguna relación con lo que estás viviendo pero tarde o temprano, si insistes, descubrirás una expresión de Jesús que encaja como anillo al dedo con tu experiencia actual.
Las emociones y los sentimientos son difíciles de definir (tampoco es necesario que lo hagas) pero es bueno saberles poner nombre y ser capaz de distinguirlos. No es lo mismo estar triste que sentir rabia, aunque a veces aparezcan juntas. Y es muy diferente leer la rabia que sientes como fuerza para mejorar, que percibirla como deseo de venganza. Las emociones son como son pero el sentido que toman puede ser diverso y depende de las palabras que utilizamos para interpretarlas.
Las palabras sabias de nuestra tradición (salmos, canciones, oraciones...) te ponen en contacto con miles de creyentes que han hecho el mismo camino que tú y son una escuela para aprender a dar forma a las emociones y los sentimientos religiosos y no tan religiosos. Jesús también aprendió a orar con palabras prestadas, sobre todo de los salmos del Antiguo Testamento, que son una colección de oraciones cantadas. Estos salmos son todavía hoy la base principal de muchas de las oraciones de las comunidades de religiosas y religiosos.
Las claves que ofrece Jesús a sus discípulos para aprender a orar se encuentran en el padrenuestro. De entrada destaca que Dios es padre y se le puede hablar de tú a tú, en segunda persona del singular. No lo trata ni de vos ni de usted, ni de omnipotente, ni de nada de esto. Es un Dios cercano. Hablar a Dios de vos, como hacen tantas oraciones, es una forma no muy cristiana de hacer oración y potencia un sentimiento de respeto distante y miedoso que no encaja con la mentalidad de Jesús.
El padrenuestro habla también de un Reinado de hermanas y hermanos que es mucho más amplio que las iglesias cristianas, que se va abriendo paso entre nosotros en busca de un mundo justo y que nos une a toda la humanidad. Invita a vivir el presente y estar pendiente sólo del pan de cada día, sin buscar nada más, ni quererse asegurar el futuro. Centra toda la atención en perdonar, en superar las ofensas, en unir a las personas, en rehacer los vínculos rotos... esta parece ser la única tarea que nos debe importar. Y lo plantea de una forma muy arriesgada: pide que Dios nos perdone, nos acoja, nos quiera como nosotros lo hacemos. Preferiría que fuera al revés. Por último Jesús propone que velemos para no  caer en la tentación: los problemas están ahí, no nos podemos ahorrar las dificultades, pero rogamos para superarlos sin rendirnos, sin desanimarnos.
El padrenuestro define el sentido de los principales sentimientos religiosos según Jesús. Aceptar y repetir sus palabras es dejarse empapar por estos sentimientos. “Sólo” necesitas estar pendiente de: confiar en Dios, esperar y trabajar por un mundo justo, vivir al día, reconciliada y en paz con todo el mundo, decidida a salir adelante a pesar de todo.

martes, 2 de julio de 2019

Oración solidaria

La persona religiosa pide porque confía en Dios y se sabe limitada. Aunque sólo puedes descubrir tus limitaciones si en algún momento has llevado hasta el límite tus posibilidades. Pedir sin motivo podría ser simplemente una mala costumbre fruto de la pereza. El primer paso pues para aprender a pedir es intentar ir más allá de donde ahora estás y descubrir qué pasa. También se podría decir que lo que aún no has echado de menos no tiene sentido pedirlo.
Hay muchos problemas que no necesitan una especial intervención de Dios para solucionarse y esperar que lo arregle Él podría ser una excusa para no hacer nada. “Bastaria” con hacer el esfuerzo de llegar a un acuerdo entre las personas implicadas. Dios mismo, según Jesús, da por válidas las soluciones a que puedan llegar las personas por sí solas: Os aseguro que lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.
Muchas peticiones que se suelen hacer en las oraciones -porque se cree que orar es sólo pedir- se centran en necesidades básicas: salud, alimentación, seguridad, protección... Pero ¿qué sentido puede tener pedir pan para los pobres si yo tengo de sobra? ¿Y qué sentido podría tener pedir justicia para el tercer mundo si yo disfruto de productos que les compro a ellos a un precio injusto?
Ante un problema, la fe puede alimentar la esperanza de que haya solución, o ayudar a mantener la confianza en uno mismo y en los demás a pesar de las dificultades pero la fe no tiene porqué ser directamente la solución. En estos casos no tiene mucho sentido pedir nada a Dios si primero no nos lo hemos planteado seriamente nosotros. Las demandas que se refieren a un bien colectivo son responsabilidad de todos. Mejor que pedir es trabajar, buscar, espabilarse... para cambiar lo que está en nuestras manos.
En otros casos Jesús apunta que tampoco vale la pena pedir a Dios lo que Él ya sabe que necesitamos. Cuando recéis no seáis palabreros como los paganos, que piensan que a fuerza de palabras serán escuchados. No los imitéis, pues vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de que se lo pidáis.
Creo que el valor principal que tiene la oración de petición es que nos ayuda a ponernos al lado de los demás. Compartir su dolor y sus preocupaciones es dejar que su mal nos afecte, sentir su tristeza y su miedo, aunque sea a distancia. Rezar por las necesidades de los demás, dejarlos entrar en tu espacio de silencio y de intimidad, te hace más empática, más humilde, más solidaria, más humana. Es una manera de mantener vivo tu vínculo con el resto de personas. Deja sitio en tu espacio interior para el sufrimiento de los demás para compartir también con ellos tu esperanza.