La persona religiosa pide porque confía en Dios y
se sabe limitada. Aunque sólo puedes descubrir tus limitaciones si en
algún momento has llevado hasta el límite tus posibilidades. Pedir sin
motivo podría ser simplemente una mala costumbre fruto de la pereza. El
primer paso pues para aprender a pedir es intentar ir más allá de donde
ahora estás y descubrir qué pasa. También se podría decir que lo que aún
no has echado de menos no tiene sentido pedirlo.
Hay muchos problemas que no necesitan una especial intervención de Dios para solucionarse y esperar que lo arregle Él podría ser una excusa para no hacer nada. “Bastaria” con hacer el esfuerzo de llegar a un acuerdo entre las personas implicadas. Dios mismo, según Jesús, da por válidas las soluciones a que puedan llegar las personas por sí solas: Os aseguro que lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.
Muchas peticiones que se suelen hacer en las oraciones -porque se cree que orar es sólo pedir- se centran en necesidades básicas: salud, alimentación, seguridad, protección... Pero ¿qué sentido puede tener pedir pan para los pobres si yo tengo de sobra? ¿Y qué sentido podría tener pedir justicia para el tercer mundo si yo disfruto de productos que les compro a ellos a un precio injusto?
Ante un problema, la fe puede alimentar la esperanza de que haya solución, o ayudar a mantener la confianza en uno mismo y en los demás a pesar de las dificultades pero la fe no tiene porqué ser directamente la solución. En estos casos no tiene mucho sentido pedir nada a Dios si primero no nos lo hemos planteado seriamente nosotros. Las demandas que se refieren a un bien colectivo son responsabilidad de todos. Mejor que pedir es trabajar, buscar, espabilarse... para cambiar lo que está en nuestras manos.
En otros casos Jesús apunta que tampoco vale la pena pedir a Dios lo que Él ya sabe que necesitamos. Cuando recéis no seáis palabreros como los paganos, que piensan que a fuerza de palabras serán escuchados. No los imitéis, pues vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de que se lo pidáis.
Creo que el valor principal que tiene la oración de petición es que nos ayuda a ponernos al lado de los demás. Compartir su dolor y sus preocupaciones es dejar que su mal nos afecte, sentir su tristeza y su miedo, aunque sea a distancia. Rezar por las necesidades de los demás, dejarlos entrar en tu espacio de silencio y de intimidad, te hace más empática, más humilde, más solidaria, más humana. Es una manera de mantener vivo tu vínculo con el resto de personas. Deja sitio en tu espacio interior para el sufrimiento de los demás para compartir también con ellos tu esperanza.
Hay muchos problemas que no necesitan una especial intervención de Dios para solucionarse y esperar que lo arregle Él podría ser una excusa para no hacer nada. “Bastaria” con hacer el esfuerzo de llegar a un acuerdo entre las personas implicadas. Dios mismo, según Jesús, da por válidas las soluciones a que puedan llegar las personas por sí solas: Os aseguro que lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.
Muchas peticiones que se suelen hacer en las oraciones -porque se cree que orar es sólo pedir- se centran en necesidades básicas: salud, alimentación, seguridad, protección... Pero ¿qué sentido puede tener pedir pan para los pobres si yo tengo de sobra? ¿Y qué sentido podría tener pedir justicia para el tercer mundo si yo disfruto de productos que les compro a ellos a un precio injusto?
Ante un problema, la fe puede alimentar la esperanza de que haya solución, o ayudar a mantener la confianza en uno mismo y en los demás a pesar de las dificultades pero la fe no tiene porqué ser directamente la solución. En estos casos no tiene mucho sentido pedir nada a Dios si primero no nos lo hemos planteado seriamente nosotros. Las demandas que se refieren a un bien colectivo son responsabilidad de todos. Mejor que pedir es trabajar, buscar, espabilarse... para cambiar lo que está en nuestras manos.
En otros casos Jesús apunta que tampoco vale la pena pedir a Dios lo que Él ya sabe que necesitamos. Cuando recéis no seáis palabreros como los paganos, que piensan que a fuerza de palabras serán escuchados. No los imitéis, pues vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de que se lo pidáis.
Creo que el valor principal que tiene la oración de petición es que nos ayuda a ponernos al lado de los demás. Compartir su dolor y sus preocupaciones es dejar que su mal nos afecte, sentir su tristeza y su miedo, aunque sea a distancia. Rezar por las necesidades de los demás, dejarlos entrar en tu espacio de silencio y de intimidad, te hace más empática, más humilde, más solidaria, más humana. Es una manera de mantener vivo tu vínculo con el resto de personas. Deja sitio en tu espacio interior para el sufrimiento de los demás para compartir también con ellos tu esperanza.