domingo, 10 de noviembre de 2013

Pere

En julio pasado murió Pere, religioso claretiano, que se dedicó durante muchos años al trabajo con jóvenes. Fue responsable los años setenta y ochenta del movimiento Hora-3.
No estuvo solo, fueron sus compañeros de comunidad, otros religiosos y religiosas, jóvenes y no tan jóvenes, sacerdotes diocesanos los que todos juntos hicieron posible este proyecto en unos años que destacaron también otras propuestas similares crecidas al calor de la renovación conciliar y del ambiente ilusionado de la transición.
Hoy la situación es bastante diferente y algunas fórmulas de éxito de aquellos tiempos han quedado obsoletas pero quedan de este proyecto algunos elementos de futuro. Haciendo balance del trabajo realizado aquellos años para mí resulta fundamental la opción de dar prioridad a la experiencia por encima de la catequesis o la teología: experiencia de hacer proceso personal, de vida de grupo, de oración y celebración, de encuentro con gente diversa, de servicio solidario...
Dar valor a la experiencia sitúa a la persona como protagonista y desde este camino personal vivido con atención todo lo que se hace o se descubre va tomando sentido. Muchas personas descubrimos con la Hora-3 una forma de vivir trabajando para dar respuesta día a día a lo que la vida nos plantea, maduramos una fe luchada y contrastada, adquirimos un sentido de compromiso con las personas, tú a tú...
Formar personas que se sienten protagonistas de su historia tiene también sus riesgos: una vez has descubierto hasta dónde puedes llegar no es fácil encajar en instituciones que dan prioridad a su funcionamiento regular por delante de las personas. No hablo sólo de la institución eclesial, sino también de empresas, de servicios de la administración o de asociaciones que tienen más o menos el mismo estilo.
Creo que el trabajo de Pere no fue sólo una propuesta para jóvenes, creo que lo que vivimos vale para todas las edades y para todas las épocas, que la radicalidad de los jóvenes -a menudo idealizada- retrata muy bien la radicalidad del Evangelio: son primero las personas que las leyes o las instituciones.
Cualquier propuesta de evangelización o de renovación eclesial, cualquier proyecto educativo o de solidaridad... que tome como inspiración el evangelio necesita partir de este misma base: el protagonismo de las personas, ayudar a descubrir dentro de cada uno la llamada a ser uno mismo y al mismo tiempo despertar el deseo de hacer camino paso a paso con los otros... Es en esta experiencia que resuena la voz de Jesús que invita a ir siempre más a fondo, siempre más allá.