viernes, 29 de noviembre de 2013

Pieza de puzle

Hace años recuerdo haber hecho un puzle y al final descubrir que le faltaba una pieza. Por el hueco que quedaba en medio del rompecabezas se podía reconocer fácilmente la forma que debía tener, la busqué pero no conseguí encontrarla por ninguna parte.
La figura del hueco y la de la de la pieza extraviada son la misma, una en negativo, la otra en positivo. El mismo perfil que define la personalidad de alguien, delimita igualmente sus carencias. Los dones y los defectos son dos caras de una misma personalidad.
Pero las carencias o los defectos no son simples huecos o vacíos o deseos insatisfechos... son también posibilidades de complementarse con otros, encajar y compartir. Tal vez esto sea lo que nos cuesta más aceptar: que los demás tienen lo que necesitamos o lo que nos podría ir bien. Y a menudo desearíamos que fuera únicamente de nuestra propiedad para tener asegurado nuestro bienestar.
Curiosamente tener conciencia de los propios límites y aceptar los propios defectos más que encerrarnos o aislarnos nos libera del miedo y de la necesidad de dominarlo todo y nos permite convivir en paz. Una vida en común auténtica sólo resulta posible cuando hay un reconocimiento benévolo y actualizado de las limitaciones de cada uno.
De igual manera un grupo, una comunidad, una iglesia que conoce sus limitaciones y sabe encajar sus fracasos es más capaz de aceptar los de fuera, las demás comunidades y personas con sus diferencias y singularidades .
Más aún, sólo una persona o una comunidad que se sabe limitada y con defectos puede tener algo que decir o esperar de Dios. Quién lo sabe todo, lo tiene todo y lo controla todo no tiene interés alguno por nadie, y menos por Dios, ni espera nada de Él, ni se entretiene en descubrir qué dice.
Sin carencias, sin dificultades, sin misterio no hay ni deseo ni investigación. Nadie mira más allá de lo que puede ver y tocar si no hecha nada en falta. Es mejor signo del Dios de Jesús un rompecabezas incompleto que una figura hecha y acabada.