viernes, 27 de julio de 2018

Acoger

La vida nos ha sido dada, no ha nacido de nosotros mismos, otros han intervenido para que nosotros llegáramos a vivir. Pero esta situación no se produjo sólo en una ocasión en el pasado sino que se produce constantemente en el presente una y otra vez: dependemos del aire que respiramos, de disponer de comida o de agua, de que el cuerpo funcione, de haber escapado a un accidente o de no vivir en una zona de guerra. Estar viva depende de personas y de circunstancias que no puedes controlar. Vivir y seguir viva es, de entrada, fruto del azar... o un regalo.
Una vez te das cuenta que tu vida no es del todo tuya, que alguien decidió por ti tu existencia y que nunca la llegarás a dominar completamente, puedes enfadarte y sublevarte... o bien puedes aceptarla. Aceptar la vida es como desenvolver el regalo: hasta que no lo hagas no podrás hacer nada con lo que tienes en tus manos.
Para vivir, además de estar viva, necesitas aceptar, acoger, hacer tuya la vida, sin matices, sin recortes, sin miedo, toda, tal y como te la has encontrado. Y no una vez sino muchas, cada cambio que te encuentres reclamará de ti que lo recibas con los brazos abiertos y le abraces: ahora soy estudiante o enferma o madre agobiada o ciudadana de una Europa que rechaza los refugiados o demasiado alta para que este vestido me quede bien... o todo a la vez.
El siguiente paso será decidir qué haces con la vida que tienes en las manos. Pero aceptar la realidad, la forma concreta que toma tu vida aquí y ahora, es la condición imprescindible para vivirla, aprovecharla y cambiarla si fuera necesario. Y esto vale para las circunstancias que te rodean y también para las personas que te encuentras.
Si quieres puedes rechazar los presentes que la vida te va llevando pero vivir pasa por aceptar y acoger más que en rechazar. Y para ello necesitas tener una mirada optimista, y quizás un poco ingenua, dispuesta a identificar oportunidades más que limitaciones, y a valorar los obsequios más que las complicaciones.
Jesús invita a detenerse y aprender a mirar la vida como un regalo que se nos da gratuitamente sin ningún esfuerzo. No andéis angustiados por la comida y la bebida para conservar la vida o por el vestido para cubrir el cuerpo. Mirad cómo crecen los lirios silvestres, sin trabajar ni hilar. Os aseguro que ni Salomón se vistió como uno de ellos. (Mateo 6,25-29)
La primera respuesta a la vida, antes de hacer nada, es la admiración, la sorpresa y el agradecimiento. Detente, mira y admira que hay en ti y a tu alrededor y da gracias a la vida, a Dios... Sea como sea deja salir de ti tu agradecimiento y el viento ya lo hará llegar a su destino. El agradecimiento transformará tu mirada sobre ti y sobre la vida y te llenará de una alegría sencilla y fresca... Quizás habrá otros momentos en que se te hará difícil dar gracias, aprovecha desde ya cualquier oportunidad que tengas para hacerlo.