Toda la vida del judío está regulada por la Ley de Moisés.
Seguir los seiscientos trece mandamientos (quizás tú pensabas que eran
diez) permite ajustar todas las acciones personales a la voluntad de
Dios. Más aún, para todo lo que no está especificado en la escritura hay
una amplia tradición de interpretaciones que los expertos han ido
desarrollando a lo largo del tiempo y que resuelve todas las
dificultades. En la Ley ya está dicho todo lo que hay que saber.
Jesús conoce la Ley y en bastantes casos la respeta pero actúa con mucha libertad frente algunas normas: no hace demasiado caso de las leyes sobre alimentos puros e impuros; relativiza la fiesta del sábado, que era un elemento distintivo del judaísmo; no respeta las normas que prohíben tocar a los enfermos o a los heridos; no está de acuerdo con las condenas por lapidación que se aplican en caso de adulterio pero sólo a las mujeres; discrepa de los impuestos del Templo de Jerusalén y del resto de la normativa que regula su funcionamiento.
Las costumbres que critica Jesús son discriminatorias: marginan a los enfermos, perjudican a las mujeres, son una pesada carga para los más pobres o alejan de Dios aquellos que no pueden satisfacer hasta los últimos detalles las exigencias de la tradición. Jesús reivindica que el bien de las personas está por encima de las leyes, las normas y las tradiciones, se indigna con las autoridades que mantienen esta situación y se enfrenta a ellas.
El sentido crítico, la denuncia y la protesta son también elementos importantes en la tradición judía. Los profetas son la voz crítica que se hace oír una y otra vez en momentos difíciles para defender la verdadera religión, la verdadera fidelidad a Dios y el verdadero pueblo escogido... Jesús forma parte de esta tradición, la de los profetas. Su perfil es muy diferente, por ejemplo, al del sacerdote que cuida del Temple o al del experto en leyes, a los que Jesús critica a menudo.
Jesús pone por delante de la obediencia a las leyes y tradiciones el respeto a lo que podríamos llamar los derechos básicos de la persona. Unos derechos que no serán formulados como tales hasta el siglo XVII... Se deben obedecer las leyes, religiosas en este caso, pero las leyes deben ser justas y deben garantizar el bien de las personas. Si generan desigualdades inaceptables o marginación o algún tipo de injusticia la persona queda liberada de la obediencia a la ley. El Dios de Jesús no está comprometido con las leyes injustas, nadie que crea en Él tampoco debería aceptarlas.
Podemos juzgar el valor de las leyes, de las organizaciones o de las creencias por sus resultados. ¿Defienden el bien común? ¿Protegen a los más débiles? ¿Reconocen la dignidad de todos? Ante la tradición recibida y las creencias aceptadas socialmente deberás tomar una decisión: das por buena una determinada ley y te haces responsable de su continuidad o trabajas para liberarte de ella.
Jesús conoce la Ley y en bastantes casos la respeta pero actúa con mucha libertad frente algunas normas: no hace demasiado caso de las leyes sobre alimentos puros e impuros; relativiza la fiesta del sábado, que era un elemento distintivo del judaísmo; no respeta las normas que prohíben tocar a los enfermos o a los heridos; no está de acuerdo con las condenas por lapidación que se aplican en caso de adulterio pero sólo a las mujeres; discrepa de los impuestos del Templo de Jerusalén y del resto de la normativa que regula su funcionamiento.
Las costumbres que critica Jesús son discriminatorias: marginan a los enfermos, perjudican a las mujeres, son una pesada carga para los más pobres o alejan de Dios aquellos que no pueden satisfacer hasta los últimos detalles las exigencias de la tradición. Jesús reivindica que el bien de las personas está por encima de las leyes, las normas y las tradiciones, se indigna con las autoridades que mantienen esta situación y se enfrenta a ellas.
El sentido crítico, la denuncia y la protesta son también elementos importantes en la tradición judía. Los profetas son la voz crítica que se hace oír una y otra vez en momentos difíciles para defender la verdadera religión, la verdadera fidelidad a Dios y el verdadero pueblo escogido... Jesús forma parte de esta tradición, la de los profetas. Su perfil es muy diferente, por ejemplo, al del sacerdote que cuida del Temple o al del experto en leyes, a los que Jesús critica a menudo.
Jesús pone por delante de la obediencia a las leyes y tradiciones el respeto a lo que podríamos llamar los derechos básicos de la persona. Unos derechos que no serán formulados como tales hasta el siglo XVII... Se deben obedecer las leyes, religiosas en este caso, pero las leyes deben ser justas y deben garantizar el bien de las personas. Si generan desigualdades inaceptables o marginación o algún tipo de injusticia la persona queda liberada de la obediencia a la ley. El Dios de Jesús no está comprometido con las leyes injustas, nadie que crea en Él tampoco debería aceptarlas.
Podemos juzgar el valor de las leyes, de las organizaciones o de las creencias por sus resultados. ¿Defienden el bien común? ¿Protegen a los más débiles? ¿Reconocen la dignidad de todos? Ante la tradición recibida y las creencias aceptadas socialmente deberás tomar una decisión: das por buena una determinada ley y te haces responsable de su continuidad o trabajas para liberarte de ella.