No tener trabas o limitaciones es ser libre. Aunque
ya sabemos que no es posible la libertad absoluta: estamos
condicionados genéticamente, físicamente, psicológicamente,
culturalmente, históricamente... Queremos ser libres, necesitamos ser
libres, para poder ser nosotros mismos. Y si nos encontramos con
restricciones que recortan de forma abusiva nuestros márgenes de acción
nos rebelamos.
Es relativamente fácil darnos cuenta que somos limitados: no nos gusta que nos recuerden qué tenemos que hacer, sufrimos para conservar la salud, no queremos ni oír hablar de algunas personas, nos hace reír el próximo aumento de sueldo que nos han prometido o nos quejamos de las situaciones que no entendemos. Tenemos una experiencia bastante clara de nuestras dificultades y carencias aunque tratemos de esconderlas.
Pero demasiado a menudo olvidamos que para ser libres de verdad no basta con no tener barreras ni obstáculos sino que hay que querer hacer algo con la libertad que sí tenemos. ¿De qué te sirve una tarde sin ninguna obligación si no piensas hacer nada? ¿Para qué necesitas una puerta abierta si no quieres salir o no tienes ningún interés en ir a ninguna parte? Sólo si activas y pones en juego tus habilidades para hacer algo que valga la pena podrás hacer tuya y aprovechar la libertad que tienes.
Estamos vivos, somos una historia en construcción, un proceso de creación constante y, a pesar de pasar por momentos difíciles, no dejamos nunca de dar nuevos pasos. Pero hay una gran diferencia entre dejar que la vida te lleve o definir tú como quieres andar por la vida. Hagas lo que hagas, será la fuerza que seas capaz de movilizar y los recursos personales que seas capaz de desplegar lo que te hará aprovechar o dejar pasar las oportunidades que la vida te ofrece, que te hará ser más tú misma o menos, que te hará más o menos libre, que hará más o menos rica e intensa tu vida, que te hará, en definitiva, más o menos feliz.
Para elegir cómo aprovechar tu vida, o una tarde libre, encontrarás más de una idea que de entrada parecerá buena pero que, con un poco de atención que le dediques, verás que se funde como la neblina con el sol. En cambio descubrirás alguna propuesta que te resultará atractiva y motivadora, que es un estímulo que despierta tus energías. Esta es la que debes seguir. La fuerza que nos anima no es infinita pero se renueva constantemente si acertamos a ocuparnos de lo que más despierta nuestro deseo: una tarea, una relación, un proyecto. En realidad cuando lo que hacemos nos hace mínimamente felices nada nos puede detener.
En estos casos las limitaciones que tenemos se convierten en recursos. Quizás es una limitación hablar una lengua, tener una cultura, seguir unas costumbres, o creer en una religión... Pero cuando tienes un objetivo que te interesa todo se convierte en una ayuda para buscarlo: tu lengua te permite aprender otras lenguas, amar una cultura o seguir unas costumbres te ayuda a apreciar otras tradiciones y la religión te abre los ojos a otras dimensiones de la vida.
Es imprescindible que ganes tu libertad y la hagas rendir para ser tú misma, para ser feliz. Que puedes decir como el trabajador del que habla la parábola: Me diste cinco talentos; mira, he ganado otros cinco. De la poca o mucha felicidad que hemos vivido sacamos la fuerza para avanzar, la felicidad vivida es la energía que te mueve para ir más allá de donde ahora estás. Y también para llegar a hacer algunas cosas imprescindibles que no tienes ganas de hacer.
Es relativamente fácil darnos cuenta que somos limitados: no nos gusta que nos recuerden qué tenemos que hacer, sufrimos para conservar la salud, no queremos ni oír hablar de algunas personas, nos hace reír el próximo aumento de sueldo que nos han prometido o nos quejamos de las situaciones que no entendemos. Tenemos una experiencia bastante clara de nuestras dificultades y carencias aunque tratemos de esconderlas.
Pero demasiado a menudo olvidamos que para ser libres de verdad no basta con no tener barreras ni obstáculos sino que hay que querer hacer algo con la libertad que sí tenemos. ¿De qué te sirve una tarde sin ninguna obligación si no piensas hacer nada? ¿Para qué necesitas una puerta abierta si no quieres salir o no tienes ningún interés en ir a ninguna parte? Sólo si activas y pones en juego tus habilidades para hacer algo que valga la pena podrás hacer tuya y aprovechar la libertad que tienes.
Estamos vivos, somos una historia en construcción, un proceso de creación constante y, a pesar de pasar por momentos difíciles, no dejamos nunca de dar nuevos pasos. Pero hay una gran diferencia entre dejar que la vida te lleve o definir tú como quieres andar por la vida. Hagas lo que hagas, será la fuerza que seas capaz de movilizar y los recursos personales que seas capaz de desplegar lo que te hará aprovechar o dejar pasar las oportunidades que la vida te ofrece, que te hará ser más tú misma o menos, que te hará más o menos libre, que hará más o menos rica e intensa tu vida, que te hará, en definitiva, más o menos feliz.
Para elegir cómo aprovechar tu vida, o una tarde libre, encontrarás más de una idea que de entrada parecerá buena pero que, con un poco de atención que le dediques, verás que se funde como la neblina con el sol. En cambio descubrirás alguna propuesta que te resultará atractiva y motivadora, que es un estímulo que despierta tus energías. Esta es la que debes seguir. La fuerza que nos anima no es infinita pero se renueva constantemente si acertamos a ocuparnos de lo que más despierta nuestro deseo: una tarea, una relación, un proyecto. En realidad cuando lo que hacemos nos hace mínimamente felices nada nos puede detener.
En estos casos las limitaciones que tenemos se convierten en recursos. Quizás es una limitación hablar una lengua, tener una cultura, seguir unas costumbres, o creer en una religión... Pero cuando tienes un objetivo que te interesa todo se convierte en una ayuda para buscarlo: tu lengua te permite aprender otras lenguas, amar una cultura o seguir unas costumbres te ayuda a apreciar otras tradiciones y la religión te abre los ojos a otras dimensiones de la vida.
Es imprescindible que ganes tu libertad y la hagas rendir para ser tú misma, para ser feliz. Que puedes decir como el trabajador del que habla la parábola: Me diste cinco talentos; mira, he ganado otros cinco. De la poca o mucha felicidad que hemos vivido sacamos la fuerza para avanzar, la felicidad vivida es la energía que te mueve para ir más allá de donde ahora estás. Y también para llegar a hacer algunas cosas imprescindibles que no tienes ganas de hacer.