viernes, 21 de diciembre de 2018

Felicidad crítica

Es difícil acertar qué nos conviene. Y no hay soluciones escritas que nos guíen de forma infalible a la felicidad. A veces podemos estar buscando semanas y meses un respuesta que tenemos justo delante y no hemos sabido ver.
Para aprender a elegir hay que reivindicar primero el derecho a equivocarse. Gran parte del valor de acertar proviene de la experiencia molesta de haberse equivocado. Necesitamos experimentar qué significa quemarse para apreciar el valor del aviso de no lo toques, o necesitamos participar en un desastre de excursión para dar importancia al tiempo invertido en preparar una ruta. En cambio, el miedo a hacerlo mal y la sobreprotección fomentan nuestra ignorancia.
Tampoco se entiende el poco valor de ciertas experiencias de felicidad si no se llega a descubrir hasta qué punto cansan inútilmente o cuánto nos perjudican. Constatar por experiencia sus limitaciones nos dispone a buscar felicidades más ricas y profundas. Otras veces simplemente se trata del agotamiento de una fuente de felicidad limitada a una etapa de nuestra vida la que nos empuja a nuevas búsquedas.
Sin experiencia no se puede hacer una valoración ajustada de que buscamos. Primero hay que acoger, probar, experimentar y sólo después dispondremos de elementos para juzgar lo que conviene hacer. Quizá por eso la gente que lo critica todo mirándoselo desde lejos suele equivocarse. La felicidad vivida nos permite avanzar y buscar, ya lo hemos dicho, pero también nos da el criterio para elegir.
La religión verdadera es una herramienta crítica para desenmascarar satisfacciones y experiencias insuficientes. Esta tarea la asumen los profetas en la tradición bíblica, ellos recuerdan que la fe de los antepasados en un Dios nómada invita a no conformarse con el lugar donde se ha llegado y a vivir en alerta constante.
Es imprescindible que seas crítica para saber separar lo que es bueno y te conviene, por extraño que parezca, de lo perjudicial aunque a primera vista sea más vistoso o más coherente. Criticar es saber juzgar, valorar, distinguir, elegir, evaluar, apreciar... No sólo hablar mal. Si tienes cuidado de hacer trabajar tu sentido crítico y le haces caso es muy posible que elijas bien.
En último término es nuestra conciencia que nos hace críticos. Es frecuente el error de asociar conciencia y sentido de culpa... Pero tu conciencia es capaz de percibir hasta el más pequeño detalle de maldad y también de bondad. Aunque se suele olvidar esta segunda posibilidad. Tu conciencia tiene una percepción increíblemente acertada sobre lo que más te conviene desear.
De lo más profundo de ti misma nace un sentimiento de asentimiento o de rechazo ante las opciones que se te plantean y eso te da buenos motivos, que quizá la razón no entienda, para elegir un camino u otro. Jesús no habla de conciencia sino que habla de corazón, de los deseos profundos que guían y orientan las decisiones de las personas. No se trata de ideas...
Es otra de las experiencias religiosas fundamentales: atisbar que detrás de una opción concreta hay más posibilidades de amar, de hacer despertar con fuerza en ti el mismo deseo que late en Dios. Lo que más te motive a amar, eso debes hacer.
Cuestión distinta es en qué medida sabrás responder a tu objetivo: puedes querer ir demasiado deprisa o tener miedo o aplazarlo para más adelante o complicarte con los medios que escoges... Sea lo que sea, tu deseo es más que una buena intención o un sueño vaporoso, es una estrella que brilla en la noche y señala que sí vale la pena de buscar.
Podría ser que en realidad en el fondo del fondo de nuestro deseo hubiera la noche y no la estrella... de hecho hay personas que parecen actuar guiadas por la oscuridad. Yo creo que la estrella es auténtica y que es suficiente para orientarse y despertar nuestras mejores aspiraciones, que señala la felicidad verdadera y que da sentido al uso que hacemos de nuestra libertad.