martes, 22 de enero de 2019

Buen humor

Hay personas que cuando se encuentran con situaciones difíciles esperan esquivarlas mirando hacia otro lado. Está claro que esto no resuelve nada. Una vía para superar este tipo de situaciones que no tienen fácil solución es cambiar de perspectiva, probar de enfocarlo de forma distinta. Aunque no podamos cambiar los hechos sí que se puede cambiar la forma cómo nos los tomamos.
A veces el resultado es sorprendente: lo que resultaba pesado o doloroso puede llegar a hacer reír. En eso precisamente consiste la ironía, en dar la vuelta las cosas, en decir justo lo contrario de lo que es y relativizar lo que consideramos normal o que siempre hemos tenido por cierto.
Puedes reírte de tus defectos, de tus manías, de las situaciones que te desbordan... Fíjate que todos los chistes y todas las bromas son sobre temas que preocupan seriamente. También hay quien los utiliza como un arma para atacar a alguien aunque esto no suele ayudar a mejorar.
La fe y la ironía están relacionadas. Si la fe es aceptar que la realidad puede ser diferente de cómo la vemos a simple vista, la ironía mira el mundo patas arriba. Son dos maneras de hacer crítica o de poner en duda lo que está establecido, de renovar nuestra mirada sobre los hechos y ayudarnos a ir más allá.
En los textos del evangelio hay algunos ejemplos de ironía que suelen pasar desapercibidos. Algunas personas se dirigen a Jesús y le llaman rabino -que significa maestro- pero muchas veces son personas que lo quieren poner en evidencia para desacreditarlo; otras veces son los discípulos que dicen maestro cuando están a punto de decir o hacer una tontería. Lo hacen Pedro y, más adelante, Judas cuando ayuda a detener a Jesús.
Pero la mejor ironía se encuentra en la lista de promesas que hace Jesús a los discípulos como recompensa por acompañarle: todo el que deje casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hijos o campos por mí y por la Buena Noticia ha de recibir en esta vida cien veces más en casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y campos, con persecuciones, y en el mundo futuro vida eterna.
¿Persecuciones? ¡Vaya qué premio! Jesús primero y más tarde buena parte de sus seguidores serán perseguidos, detenidos, interrogados, encarcelados y, algunos, ejecutados. Aunque ser perseguido pueda ser un signo de autenticidad, de confirmación de que uno habla y actúa en nombre de Dios, como les pasó a los antiguos profetas, no es exactamente un premio.
La relación con Dios a menudo resulta contradictoria y desesperante. ¿Cómo puede ser que tener fe pueda ser tan perjudicial? Hay situaciones límite que más vale tomárselas con buen humor, sonreir y confiar.