viernes, 25 de enero de 2019

Desata

Jesús llama a los discípulos y les invita a bogar lago adentro, a emprender un viaje sin miedo, buscando nuevos horizontes, libres de amarras y de seguridades. Navega mar adentro tú también, no te quedes en el puerto viendo como otros hacen camino, que nada te prive de buscar, de aprender, de descubrir, de escuchar y seguir tu corazón, de vivir y actuar como tú creas.
No te fíes de las soluciones aparentemente fáciles y arriésgate. Si te equivocas ya volverás a empezar con más conocimiento. Recuerda que no vas en busca de una incierta felicidad futura sino que la vida ya ha puesto en tus manos algún tipo de riqueza que te llena y que ahora has decidido ponerla a trabajar para sacar todo el partido a tu viaje.
Sentir que avanzas, que de dentro de ti nace la fuerza que te mueve y la ilusión que te guía y que estás lista para encarar las tormentas más oscuras es saborear de alguna manera la plenitud de Dios. Despliega las velas y deja que su viento te lleve pero estate preparada por si hay que remar -con una sonrisa en los labios- para poder continuar la ruta.
Jesús se mueve libremente decidido a hacer lo que cree, invita a hacer como él y, cuando es necesario, interviene para remover los obstáculos que impiden a las personas de vivir y actuar con libertad:
Un sábado estaba enseñando en una sinagoga, cuando se presentó una mujer que llevaba dieciocho años padeciendo por un espíritu. Andaba encorvada, sin poder enderezarse completamente. Jesús, al verla, la llamó y le dijo: “Mujer, quedas libre de tu enfermedad.” Le impuso las manos y al punto se enderezó y daba gloria a Dios. El jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había sanado en sábado, intervino para decir a la gente: “Hay seis días en que se debe trabajar: Venid esos días a sanaros y no en sábado.” El Señor le respondió: “¡Hipócritas! ¿No suelta cualquiera de vosotros al buey o al asno del pesebre para llevarlo a beber, aunque sea sábado? Y a esta hija de Abrahán, a quien Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no había que soltarle las ataduras en sábado?” (Lucas 13,10-16)
Jesús desata a esta mujer de la enfermedad y le devuelve su libertad. Decir que es un milagro es poco. De hecho se trata de una liberación integral: tanto del cuerpo como de su capacidad moral. La discusión posterior lo destaca: el problema más grave parece ser saltarse la ley que prohíbe trabajar en sábado. El bien de la mujer requiere desobedecer la ley para curarla. Son la enfermedad y la ley conjuntamente las que la mantienen sometida, inclinada, sin poder ponerse de pie como corresponde a la dignidad de toda persona.
Jesús habla de ley como de un fardo pesado que los expertos cargan sobre el hombro de los demás, de una carga que impide avanzar. La ley más bien tiene que defender los derechos de todos: derecho a la vida, a la libertad, a la integridad, a opinar, a equivocarse... y garantizar que las personas pueden hacer camino en condiciones.
La ley es útil para marcar los mínimos de convivencia y respeto pero las decisiones sobre cómo crecer y avanzar personalmente es necesario que tú misma las encuentres entre tus deseos más profundos, ninguna ley por buena que sea podrá responder por ti. Deshazte de excusas y miedos, de presiones y de rutinas y escucha qué te dice tu corazón. Es una forma de crecer sin límite: buscar cómo acercarse al deseo que late en Dios.