viernes, 8 de febrero de 2019

Dios inútil

En nuestras relaciones podemos fijarnos en la utilidad, como solemos hacer con los objetos, o destacar el valor que uno tiene por sí mismo como persona. Esto también vale para reflexionar sobre la forma de tratar a Dios. Aunque, en este punto, hay que decir que nuestras explicaciones serán sólo aproximaciones y que apenas servirán para aclarar algunos malentendidos que circulan sobre Él.
El tipo de equívocos que más encontramos al hablar de la divinidad son los que hacen referencia a su utilidad. Se la considera el origen del movimiento, la causa de todo, la mente ordenadora que establece las leyes de la naturaleza, la justificación de la moral o la solución final de la historia de la humanidad. Y todavía hay quienes se enfadan porque no interviene de forma suficientemente clara para resolver los graves problemas que nos afectan: el hambre, la guerra o la destrucción del planeta.
En todos los casos Dios sería la pieza que falta en algún rompecabezas, un motor o un mecanismo necesario para el movimiento, una idea esclarecedora o el argumento definitivo para cerrar una discusión y saber quién tiene razón.
Para Jesús, pero, Dios no cuenta por su utilidad sino por ser como es. Y, al igual que un paisaje o una pintura o una música o un amigo, es no utilizable, inútil. Dios, un cuadro, un amigo tal vez pueden llegar a ser de alguna ayuda en algún momento pero básicamente son como son y por eso tienen valor.
Dios es único, con una vida propia, y capaz de relacionarse tu a tu. Jesús habla a menudo de dialogar con Él, de los vínculos afectivos con Él y de Él con las personas, también de la imposibilidad de prever qué hará o de entenderlo del todo. Con Jesús Dios se presenta como ser personal ligado a experiencias personales, no a cosas o teorías: es el Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob... Un Dios de personas que no se esconde, que se deja encontrar pero que no se presta a ser utilizado o manipulado. Dios no es la clave de ninguna teoría, no es una herramienta, no es el medio para nada.
Sólo al margen de objetivos utilitarios o prácticos es posible experimentar el Dios verdadero. Para los judíos la manera de estar cerca de Dios es el descanso religioso del sábado, un día no productivo, un tiempo no práctico, de inactividad colectiva. También Jesús se alejaba de vez en cuando de la gente y de la acción para encontrar momentos de reposo, sin urgencias, de gratuidad, para estar con Dios o con los discípulos.
Las horas de reposo y de quietud, el tiempo en que no estás trabajando tu misma para obtener algún resultado, ni estás pendiente de conseguir nada de nadie, ni de Dios tampoco, los momentos sin prisas ni condicionantes son los adecuados para disfrutar de la belleza, cultivar la amistad o descubrir algo de la divinidad. Sólo en esta dimensión inútil o gratuita es posible detectar detalles que suelen pasar desapercibidos en el día a día, descubrir todo lo que de verdad importa de ti, de los demás o de Dios.
El Dios de Jesús está asociado a una manera de entender el mundo en la que se valora por encima de todo las personas. La defensa que hace Jesús de la personalidad de Dios por encima de su utilidad es también una defensa del valor de todas las personas, un valor que no depende de su utilidad o productividad sino del hecho de ser ellas mismas, únicas e irrepetibles.