jueves, 14 de febrero de 2019

Perder el tiempo juntos

Atender a los demás parece que debería consistir principalmente en serles de alguna utilidad pero priorizar la utilidad encaja mal con las relaciones interpersonales, cuando no las hace imposibles. Es más, si en la base del servicio no hay un cierto sentido de gratuidad, no de eficiencia o de obtención de resultados, cualquier gesto se presta a malentendidos.
Cualquier servicio o cualquier ayuda deberían partir de una mínima experiencia previa de entendimiento y complicidad. Querer ser la solución a menudo no soluciona nada. Algunos se presentan como expertos, como técnicos o como sabios y, muchas veces, basta con escuchar y apoyar, acompañar, ni pasar delante y dejar el otro atrás, ni seguirle o perseguirle pendiente de todo lo que hace.
Sentarse a la sombra juntos, mirando hacia el horizonte, tomando alguna bebida fresca y hablando sin prisas... es una manera fantástica de perder el tiempo. Es el contexto adecuado para hablar de cualquier cosa, incluso de cuestiones de las que se hace difícil hablar. No importa la edad, ni los estudios, ni la orientación sexual, ni la profesión, ni la cultura, ni el coeficiente intelectual... sólo dejarse llevar por la confianza que se va generando.
Algunas veces, incluso viéndose cada día, pueden pasar años hasta que las personas llegan a conectar o sincerarse, a renunciar a los prejuicios y barreras y empezar a hablar con el corazón en la mano de lo que realmente necesitan. Pasar tiempo juntos, perder el tiempo juntos, es gratuito, no arregla nada pero acaba transformándolo todo y entonces cualquier cosa es posible y cualquier solución que se plantee puede ser la buena.
Si quieres ser de alguna ayuda y trabajar al servicio de las personas en tu profesión, sea la que sea, o colaborando como voluntaria en algún proyecto solidario o atendiendo alguien de la familia que depende de ti piensa primero que eres inútil o inadecuada para resolver la vida de los demás. Su vida es suya. Y antes de hacer nada debes aceptar su diferencia, sus negativas, sus dudas, su tontería, sus errores, su derecho a decidir y a equivocarse... para poder alegrarte también con sus alegrías y sus aciertos.
Jesús pasa muchas horas con personas de todo tipo hablando, escuchando, curándolas. Compartir la vida de la gente le pone en condiciones de hacer algo útil. Sus milagros llaman la atención porque las soluciones rápidas y espectaculares son atractivas pero nunca hace nada sin que antes las personas concreten qué piden: ¿Qué quieres de mí?
El espectáculo de los milagros esconde cuestiones importantes que se entienden mejor cuando observamos el encuentro de Jesús con personas a las que no hace nada de especial, salvo hablar con ellas. Este es el caso de una mujer samaritana con la que se encuentra Jesús un día caluroso cerca de un pozo. Después de hablar un rato ella se da cuenta que ha descubierto algo importante y corre hacia el pueblo a explicarlo a sus vecinos. La mujer reacciona como si efectivamente se hubiera producido un milagro.
El contacto personal de calidad es lo que cambia a las personas, es el tipo de ayuda necesaria para superar situaciones difíciles y es la única vía para encontrar soluciones útiles para las personas.