martes, 19 de febrero de 2019

Responsables

Los motivos por los que una persona actúa con sentido de servicio pueden ser diversos pero tarde o temprano se encuentran confrontados con la prueba del día a día y difícilmente los argumentos poco sólidos la superan. El servicio directo a las personas o bien te desnuda de prejuicios y de manías y te hace más humana y más valiente o te deja fuera de juego. Nadie se mantiene en un servicio a lo largo de los años si no tiene motivos bien fundados para hacerlo. Incluso, en muchas ocasiones, a pesar de tener unas convicciones claras conviene hacer alguna parada para recuperar fuerzas.
Soñar con cambiarlo todo suele ser fuente de decepciones. El servicio es, todo lo contrario, concreto y real, efectivo y presente, aunque a menudo sea invisible. El servicio es un baño de realismo y una inmersión en la vida concreta que te obliga a ser tú misma de forma muy real sin máscaras, poniendo en juego tus recursos sin reservas.
Cuando Jesús ve que mucha gente se apunta a seguirle les pregunta: Si uno de vosotros pretende construir una torre, ¿no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? Si alguien se imagina que hacer un servicio le ayudará a quedar bien o que le facilitará sentirse satisfecho o que resolverá sus problemas personales no está haciendo un cálculo muy acertado. Servir significa ponerse a disposición de los demás y esto significa ceder el control sobre el propio tiempo, renunciar al protagonismo y aceptar de no saber hasta qué punto se alcanzarán los objetivos planteados.
Por otro lado hay quien considera que servir es una forma de tranquilizar la conciencia. Pero más bien hay que tener claro todo lo contrario: aunque yo no soy la causa de ninguna enfermedad, ni he contaminado con productos tóxicos ningún espacio natural, ni soy responsable de que el paro aumente, y muchos de estos males ya existían antes de que yo naciera... sé que sin algún tipo de aportación mía todo esto sería peor.
Ya se ha dicho, la cuestión no es el sentimiento de culpa, la culpa es sólo un aviso, la culpa puede despertarnos pero el trabajo bien hecho pide voluntad de construir no de castigarse, búsqueda de soluciones no complacencia en la pena. Sentirse culpable y conformarse con ello es un callejón sin salida que acentúa nuestro dolor y nos hace perder de vista el sufrimiento de los demás. La indignación y el desacuerdo con las injusticias, en cambio, llevan al reconocimiento del dolor de los que lo pasan mal y activan procesos de cambio, no dinámicas de lamentación.
Vete tú a saber porque nos sentimos inclinados a ayudar en un primer momento pero al final es el respeto por las personas aquello que te ha de importar. Es el desacuerdo con el mal y el dolor que castiga personas concretas lo que te impulsará a prestarles tus atenciones. Las cosas que no funcionan y las situaciones injustas te empujan, si tú te dejas, a dar respuesta, avivan tu interés y despiertan tu ingenio.
Y sí, hay males que parecen dominarlo todo y no sabemos si alguna vez podremos llegar a detenerlos. En sentido estricto no son culpa nuestra, son males estructurales que se perpetúan independientemente de lo que las personas queramos, son el resultado de siglos de acciones individuales que ahora no pueden frenarse con una simple intervención personal. Son inercias que se han instalado y nos parecen normales: la contaminación, las injusticias sociales, la falta de investigación de ciertas enfermedades... Pero hay quien sigue contribuyendo a su crecimiento y quien se planta en contra. Servir es plantarse en contra de los males actuales, es asumir voluntariamente responsabilidades, te correspondan o no, por el bien de alguien que sufre las consecuencias de estos males.