Hay mucha gente que no tiene ningún problema
en decidir por sí misma qué piensa, qué quiere, cómo se deben hacer las
cosas o quién debe gobernar pero no es tan fácil encontrar personas que
se atrevan a leer y pensar sobre cuestiones de fe por sí mismas.
Aunque existe una larga tradición cristiana de estudio de las escrituras, también se ha prohibido la lectura directa de la Biblia en algunas épocas. Leer y releer los Evangelios es una forma de conocer a Jesús, una manera de dialogar con él y encontrar pistas para no quedarte estancada en el camino de la fe.
El trabajo con las escrituras avanza gracias a tres grupos de acciones que, en principio, siguen un cierto orden aunque ya verás que cada texto puede ser diferente. Se trata de entender, de reflexionar y de convertirlo en vida.
Para entender basta con leer con calma y atención para no dejarse ningún detalle importante. Más de una vez te sorprenderá lo que dice el texto, sobre todo si lo comparas con las ideas que habitualmente corren por ahí. Más adelante quizás te será necesario utilizar otros recursos: investigar palabras que tienen un significado específico; buscar información sobre personajes o hechos históricos o costumbres judías; profundizar sobre la idea general del libro, no sólo de un fragmento que aislado puede carecer de sentido; etc... Todo lo que te pueda ayudar a saber bien qué dice el texto sirve para este primer objetivo.
Reflexionar no depende tanto de los textos como de lo que te puedan llegar a sugerir. Imagina que tú formas parte de la historia o que la situación es actual. Hay una distancia entre tú y el texto que hay que acortar de alguna manera. Sea como sea, considera que las palabras que lees están escritas pensando en ti. Con tu permiso lo que el texto diga te hará sentir incomodidad, alegría, interés, desconcierto, raramente te resultará indiferente. Déjate cuestionar o animar pero no corras a sacar conclusiones. Valora bien a qué vale la pena hacer caso y a qué no.
El potencial de las palabras de Jesús no se agota con entenderlas y dejar que te sugieran nuevas ideas son capaces también para transformar i enriquecer tu vida. Convertir-las en vida significa que de alguna manera las palabras del Evangelio pasan a formar parte de tu historia. Ya sea porque recordar y repetir algunos fragmentos te ayuda a orar, a sintonizar con la mentalidad de Jesús o a experimentar una mayor paz; o porque has sacado una indicación concreta sobre qué hacer o qué es más importante y te espolea, te motiva, evita que te detengas.
Sería un error pensar que el Evangelio sólo son palabras bonitas o que se trata sólo de un libro de recetas sobre cómo actuar, es eso y mucho más. Algunas veces las palabras que has leído te quedarán como una espina clavada muy adentro y tardarás un tiempo en encontrarle una respuesta.
Conocer un texto hace más fácil la reflexión pero cuanto más reflexiones más preparada estarás para entender todos sus detalles y matices. Hay textos que entenderás rápidamente y otros que incluso con la ayuda de expertos nunca acabarás de entender del todo. En algunos momentos de tu vida una parábola te hará reflexionar durante horas y años después no te dirá nada. No importa entenderlo todo, ni reflexionar más o menos, basta con vivir a fondo algún trozo del Evangelio que te haya llamado la atención para mantener abierta tu relación con Jesús. Buscar en el Evangelio no es nunca una cuestión que puedas dar por cerrada, se trata de no dejar de escuchar y de probar de responder sin conformarte con lo que ya crees saber o ya crees hacer bien. Como con cualquier amistad, vaya.
Aunque existe una larga tradición cristiana de estudio de las escrituras, también se ha prohibido la lectura directa de la Biblia en algunas épocas. Leer y releer los Evangelios es una forma de conocer a Jesús, una manera de dialogar con él y encontrar pistas para no quedarte estancada en el camino de la fe.
El trabajo con las escrituras avanza gracias a tres grupos de acciones que, en principio, siguen un cierto orden aunque ya verás que cada texto puede ser diferente. Se trata de entender, de reflexionar y de convertirlo en vida.
Para entender basta con leer con calma y atención para no dejarse ningún detalle importante. Más de una vez te sorprenderá lo que dice el texto, sobre todo si lo comparas con las ideas que habitualmente corren por ahí. Más adelante quizás te será necesario utilizar otros recursos: investigar palabras que tienen un significado específico; buscar información sobre personajes o hechos históricos o costumbres judías; profundizar sobre la idea general del libro, no sólo de un fragmento que aislado puede carecer de sentido; etc... Todo lo que te pueda ayudar a saber bien qué dice el texto sirve para este primer objetivo.
Reflexionar no depende tanto de los textos como de lo que te puedan llegar a sugerir. Imagina que tú formas parte de la historia o que la situación es actual. Hay una distancia entre tú y el texto que hay que acortar de alguna manera. Sea como sea, considera que las palabras que lees están escritas pensando en ti. Con tu permiso lo que el texto diga te hará sentir incomodidad, alegría, interés, desconcierto, raramente te resultará indiferente. Déjate cuestionar o animar pero no corras a sacar conclusiones. Valora bien a qué vale la pena hacer caso y a qué no.
El potencial de las palabras de Jesús no se agota con entenderlas y dejar que te sugieran nuevas ideas son capaces también para transformar i enriquecer tu vida. Convertir-las en vida significa que de alguna manera las palabras del Evangelio pasan a formar parte de tu historia. Ya sea porque recordar y repetir algunos fragmentos te ayuda a orar, a sintonizar con la mentalidad de Jesús o a experimentar una mayor paz; o porque has sacado una indicación concreta sobre qué hacer o qué es más importante y te espolea, te motiva, evita que te detengas.
Sería un error pensar que el Evangelio sólo son palabras bonitas o que se trata sólo de un libro de recetas sobre cómo actuar, es eso y mucho más. Algunas veces las palabras que has leído te quedarán como una espina clavada muy adentro y tardarás un tiempo en encontrarle una respuesta.
Conocer un texto hace más fácil la reflexión pero cuanto más reflexiones más preparada estarás para entender todos sus detalles y matices. Hay textos que entenderás rápidamente y otros que incluso con la ayuda de expertos nunca acabarás de entender del todo. En algunos momentos de tu vida una parábola te hará reflexionar durante horas y años después no te dirá nada. No importa entenderlo todo, ni reflexionar más o menos, basta con vivir a fondo algún trozo del Evangelio que te haya llamado la atención para mantener abierta tu relación con Jesús. Buscar en el Evangelio no es nunca una cuestión que puedas dar por cerrada, se trata de no dejar de escuchar y de probar de responder sin conformarte con lo que ya crees saber o ya crees hacer bien. Como con cualquier amistad, vaya.